jueves, 16 de febrero de 2012

idas y venidas


Recuerdo cuando hace unos años estudiaba en el instituto la teoría del devenir de Heráclito “todo cambia, nada permanece”. La filosofía entonces me llenaba la cabeza de preguntas, pero nunca de respuestas. Ahora con algo más de tiempo vivido, trato de darles mi propio sentido a tales filosofadas. No pretendo hacer grandes juicios de valor, ni dogmatizar con mis pensamientos, sólo conecto ideas y sentimientos, y reflexiono en voz alta. No me hagais mucho caso, seguramente lo que ahora escribo, mañana ya no lo mantenga. Porqué ese el principio se rigen todas las cosas del universo ¿no?.

Todo es relativo, nada es seguro. Tú cambias, la situación cambia. Continuamente se suceden transformaciones. En un mundo así, deberíamos estar siempre receptivos, y dar la bienvenida a las novedades con alegría. De hecho, creo deberíamos salir a buscarlas. A veces cuanto más cambian las cosas, más siguen siendo iguales. Puede que sean diferentes los lugares que frecuentas y las acciones que realizas, puede que tu forma de comportarte ya no sea la de antes, o puede que vivas en un sitio distinto…pero lo que llevamos en el corazón permanecerá siempre.

Ya…pura teoría metafísica. En la práctica nos aterra tanto movimiento, porque nuestros temores se alimentan de nuestra ignorancia. El no conocer, el no comprender, el no tenerlo todo perfectamente calculado nos genera una gran inseguridad. Por eso los seres humanos nos esforzamos en cubrir esta necesidad básica de mil formas: tratando de encontrar la estabilidad en un trabajo fijo, haciéndonos un plan de ahorros “por si vienen las vacas flacas”, comprándonos una casa para que se convierta en nuestra propiedad, acumulando medicamentos en el botiquín, haciéndonos una póliza de seguros, e incluso atándonos ante los ojos de Dios a otra persona hasta que la muerte (o un juez) decida lo contrario. La incansable búsqueda de lo definitivo es un comportamiento de extrema prudencia. Tenemos un miedo horroroso a aventurarnos en nuevos territorios que no ofrecen garantías. Hay que organizarlo todo bien, por si acaso…¿por si acaso qué? ¿por si acaso pasa algo? Claro que pasará, la vida siempre es lo que pasa.

Nos empeñamos en anclarnos, en andar sobre caminos planificados y experimentados. En definitiva, en (re)vivir lo de ayer para evitar posibles amenazas a nuestra seguridad, a nuestro perpetuo equilibrio. Queremos tener el control de nuestra realidad, y si es posible, también la de el de al lado (ya sabeis, por si acaso). Diría que ante la vida adoptamos una postura conservadora, en lugar de innovadora. En realidad, es puro instinto de supervivencia, que mata posibles nuevas vivencias...¡pero qué contradictorio! Que yo sepa, la vida no ofrece seguridades, no viene con garantía, no se puede devolver si no te gusta. Es lo que hay, si quieres seguridades no te empecines en buscarlas en elementos externos, encuéntralas en ti mismo, en la roca de la autoestima. Conviértete en un ser flexible, ligero, liviano. Los cambios suceden, es inevitable, van a pasar y hay que adaptarse a ellos lo más rápido posible; deberíamos entender con más integridad que un “para siempre” es mucho tiempo. Menos mal, que para compensar nuestras malditas inseguridades y miedos, la vida nos tiene preparadas infinitas sorpresas. De esas tan fortuitas que ni los más previsores pueden escapar…

A veces, llegan a nuestras vidas de forma inesperada personas, objetos, o situaciones (llámalo señales) y rápidamente nos damos cuenta que esto es así por algún motivo. Aparecen para servir un propósito, para darnos una lección, para ayudarnos a descubrir lo que realmente deseamos, o para hacernos comprender cómo queremos ser. Se esconden bajo una apariencia normal, si no les prestas la suficiente atención y te distraes con banalidades, se te escaparán (como las oportunidades), pero si lo miras con detenimiento, puedes entender que influirán de una forma profunda en tu vida. ¡Aviso! Cuando encuentres esa señal, déjate llevar, exprímela, apúrala; renuncia a los miedos y

no lo pienses más porqué cuando quieras darte cuenta, todo habrá cambiado de nuevo. Que desaparezcan es otro trago de la vida, algo que hay que superar. Pero hay que sentirlo, probarlo, sufrirlo, vivirlo intensamente…¿qué os voy a decir?las palabras aquí quedan rebajadas a un segundo plano. Lo mejor (o lo peor), lo que las hace especiales, es que nunca sabes si reaparecerán. Pero como dijo mi abuelito: no hay perro que no retorne. Si vuelves y no las encuentras, no te canses de esperar…

Que tu vida no dependa si alguien va o vuelve, no te entregues de forma incondicional a nada, no te acomodes a una situación concreta…siempre es algo pasajero. Tú construyes y (con demasiada frecuencia) el tiempo destruye. Y cuando miras hacia atrás, es una escena ya terminada, porque todo cambia algún día, pero será un bonito recuerdo.

Y termino este delhirio haciendo referencia de nuevo a Heráclito, que era muy listo, para reivindicar la ineludible dualidad de la vida, ya que el devenir está animado por el conflicto de fuerzas contrapuestas: "La guerra es el padre de todas las cosas" decía él. Vamos, que el ruido no existe sin el silencio, ni el calor sin el frio, ni la luz sin la oscuridad, ni la mente sin el cuerpo…ni yo sin vosotros. 

viernes, 10 de febrero de 2012

(im)posible


A veces soy demasiado controladora porque no se me da nada bien improvisar. Es algo que me inquieta mucho ya que tanto las buenas noticias como las malas vienen así, de golpe, sin avisar. El nerviosismo que me produce abrir un regalo es una muestra de la intranquilidad que me produce lo nuevo. Siempre quiero estar preparada, dispuesta, segura; detesto quedarme en blanco, no saber reaccionar ante una situación puede ser determinante. Soy reflexiva, más que impulsiva. Necesito comprender, interpretar, asimilar, relacionar, y luego ya si eso, actuar.

Quiero contaros que algo nuevo a sucedido en nuestras vidas, un acontecimiento pequeño pero muy significante, unas de esas cosas que llevas esperando mucho tiempo, y aún así te pilla de sorpresa. Pero antes de escribirlo, antes de comunicarlo abiertamente, necesitaba digerir la ensaladilla de emociones para poder expresarme con cierta claridad; me faltan palabras para definir todo lo que siento y pienso. Hace dos días Dani movió las piernas por primera vez, después de estar más de seis años sin poder hacerlo. Un movimiento leve, suave y sutil que supone un punto de inflexión en esta historia de mierda. Algo se ha conectado dentro de su organismo, algo que antes no funcionaba ahora si lo hace, mostrándonos unos pequeños resultados que alimentan nuestras ilusiones. Su ingrávido movimiento implica una superación de los límites de lo posible, una muestra viva de que las barreras físicas y mentales se pueden superar, por muy difíciles que parezcan.

Alguien nos dijo una vez que dejáramos de luchar, que era imposible que pudiera recuperarse de las secuelas del accidente, que sus piernas no volverían a funcionar, que “el cable” se había roto por completo y punto, no se podía reparar. Vamos a ver, que algo sea imposible significa que jamás sucederá, que no hay medios suficientes para que eso ocurra. Esta definición invita a la renuncia, a un cese total del empeño. La palabra improbable quiere decir que es muy difícil que pase, pero existe una remota posibilidad, lo que deja una pequeña ventana abierta a la esperanza. Sin duda, yo (y cualquiera que se considere mínimamente positivo) prefiero usar esta segunda palabra para enfrentarme a cualquier reto complicado que se plantee porque la fuerza del ser humano es extraordinaria, es capaz de conseguir cualquier cosa, y decir que algo es del todo imposible es limitar, es añadir más barreras a lo que ya es un enorme problema. Evidentemente hay que ser realistas, tampoco sería sensato hacerse un puñado de ilusiones que no conducen a ninguna parte; montarse castillos en el aire trae a menudo dolorosas decepciones. Pero joder, es que si no crees, si no confías, si no te entregas a una pizca de esperanza, por pequeña que sea, estas acabado. Nunca debería darse por perdida una batalla sin antes pelear. Nunca deberían matarse las buenas ambiciones. Nadie debería invitarte a desistir. Que no te engañen, conformándote con tu desgracia la vida no será más feliz, sólo más fácil. Qué imprudencia...¿Quién se atreve a ponerle límite a los deseos?

Personalmente creo que los sueños (y los delhirios) necesariamente no tienen por que formar parte de una vida fantasiosa, en la cruda realidad también hay sitios para ellos. Los sueños no respetan la razón ni el sentido, pero despiertan en uno mismo una motivación inverosímil para llevarlos de lo distante a lo posible. Ayudan a dibujar metas en nuestras mentes, a marcar objetivos claros lo que conduce a la consecución de los mismos, es una mera cuestión estratégica para alcanzar el éxito (en el ámbito que sea). Pero e
l precio que hay que pagar para lograr algo que se desea con toda la fuerza interior inimaginable puede consistir en largas y extenuantes horas de trabajo, en estar mucho tiempo apartados de  familiares y amigos, o en persistir a pesar de que todos te digan que no lo hagas. Este es un precio alto, que exige muchos sacrificios, y no todo el mundo está dispuesto a pagarlo. Es por eso que no todo el mundo consigue sus sueños, pero Dani tiene una voluntad de acero en su alma, consistencia, determinación y mucha perseverancia

Me atrevería a decir que a él tampoco le gusta improvisar, le gusta estar preparado, por eso no ha dejado de trabajar ni un solo instante, por si en algún momento de su vida se le presentaba la oportunidad de ir al culo del mundo a cumplir su sueño. Su reacción ante esta situación fue (y es) determinante, tanto, que estoy segura de que conseguirá superar muchos más límites que ahora creemos muy improbables. Esto no es ni mucho menos una consumación, es sólo el principio de un nuevo camino del que no puedo concebir el final. A los que le acompañamos, en presencia y en esencia, en esta aventura que he bautizado como “Cruzada por la independencia”, sólo nos queda seguir trasladándole todo nuestro cariño y toda nuestra fuerza.

¡Ánimo tete, que tú si que puedes!





“No te rindas que la vida es eso,

continuar el viaje, 
perseguir tus sueños,

destrabar el tiempo,

correr los escombros,

y destapar el cielo.”
(M. Benedetti)

jueves, 2 de febrero de 2012

Maldito karma


Una de las creencias básicas del hinduismo es la ley del karma o acción. Básicamente significa que todo buen pensamiento, palabra o acción engendra una reacción similar que afecta a nuestras vidas, y todo pensamiento desagradable o mala acción vuelve a hacernos daño en esta vida o en la siguiente.

Una de las premisas de la creencia del Karma es que uno siempre debe tener en la mente las posibles consecuencias que tendrán sus acciones. En esto estoy de acuerdo; si intentas suponer los efectos que tendrá tu acción podrás decidir con más claridad qué hacer, cuál es la mejor opción, y así tratar de minimizar los daños, o no. A veces uno no piensa, simplemente actúa, y arrasa con todo a su paso, sin ningún tipo de miramiento. Pero bueno, sinceramente creo que eso son fallos que uno debe cometer para adquirir nuevas experiencias, para crecer, para ir madurando poco a poco.

Lo cierto es que en estos días, y desde que tengo conocimiento, me he topado con muchas historias desafortunadas ¿a caso debería creer que todas esas personas han tenido malas acciones o malos pensamientos en otra vida? Porque de verdad os lo digo, si así fuera, en un tiempo pasado, esas personas de las que os hablo debieron ser unas sucias rameras sin sentimientos para que en esta vida presente se les acumule tantísimo sufrimiento. Yo prefiero creer que la vida es así; 
a veces la realidad nos muestra su lado más duro. Las personas sufren las consecuencias de un accidente, de la terrible casualidad o de la puta mala suerte. Da igual a qué adjudiquemos esos desastres, la verdad es que pasan constantemente y los efectos son demoledores.

No quiero contaros ninguna historia particular, no quiero convertirme en la embajadora de asuntos afanosos, prefiero que eso quede para la intimidad. Sólo pretendo invitaros a reflexionar un poco sobre lo rápido que pueden cambiar las cosas; en un instante tus objetivos, tus valores, tus creencias pueden dar un enorme vuelco. Con estas palabras, mi gente, deseo daros un aliento hacia el optimismo, hacia la lucha, hacia la superación, ya que todos, en mayor o en menor medida, tenemos problemas, asuntos difíciles y dolorosos a los que enfrentarnos…eso sí, pensar que a menudo son insignificantes y lo único que hacemos es quejarnos. ¿Sabéis que he podido ver en las personas que más han sufrido? Que ellos han cogido la maldita toalla, que no se han rendido. Que sus planes de futuro un día se vieron truncados y por lo que pelean ahora es por el día a día. Y eso es lo que deberíamos hacer todos.

Que no os asusten las consecuencias, que nada os impida intentarlo. Que lo fácil es enfadarse, gritar, llorar, patalear, cerrar los ojos, tirarse al suelo, conformarse. Que lo más sencillo es no hacer nada... pero el tiempo pasa, y nadie va a venir a devolvernos todo el que hemos perdido. Que sí, que da miedo, mucho miedo… yo estoy aterrada. Pero mira, si fracasamos que sea en el intento. 
  
Después de todo esto, os diré que definitivamente no creo en el Karma, ni en ninguna religión, ni en ninguna divinidad suprema. Yo deposito mi fe en las personas. Creo en el aquí y en el ahora. Creo en la naturaleza, en la vida. Creo en la razón y en la evolución. Creo en la libertad. Creo en el amor y en la amistad, creo en el vínculo entre hombres y mujeres, que es lo que nos da la fortaleza. Creo que sólo nosotros mismos podemos mejorar nuestra existencia.

Mi consejo:
 por si no hay una próxima vida, disfrutar más y mejor esta.