sábado, 7 de abril de 2012

Nunca digas nunca...


Tengo muchísimas ganas de volver, de estar en mi Dama, de daros un abrazo, de comerme una tortilla de patatas, de pelarme con Otto, de ir a la universidad, de conducir mi coche, de oler la playa y pisar la arena, de ver crecer a los niños, de tumbarme en mi cama, de beberme una cerveza fría y pinchar unos berberechos con mucho limón, de estar con mis amigas, de hablar y que me entiendan a la primera, de estar en familia, de tomarme un café calentito de esos que acompañan conversaciones eternas, de coger la bici, de llegar tarde a los sitios, de ver una peli en el sofá y comer palomitas de mantequilla sin parar, de escuchar el silencio, de pasear por el centro de Alicante, de un típico domingo, de una paella de mi tío, de dormir más de 5 horas seguidas, de una timba de las buenas, de ponerme unos tacones, de tomarme un baño largo con espuma, de hacer planes…

Esto empieza a tener sabor a despedida, no puedo creerlo, pronto podré tachar cosas de esta interminable lista. Estoy emocionada, nerviosa, ansiosa porque lleguen todos esos momentos. Estoy impaciente por retomar mi vida pero entre tanto queda la espera. El tiempo se detiene, las horas se juntan unas con otras, y no es aburrimiento (no siempre). A miles de kilómetros uno tiene que educarse en el arte de sentirse aun sin planes. Aprender a contemplar, a esperar, a vivir el tiempo sin actividades. La cuestión es saber ser y estar, sin hacer. Tanto sosiego nos viene porque el tratamiento de Dani ha llegado oficialmente a su fin, ya tiene en su cuerpo todas esas células trabajando y en los próximos nueve meses continuarán creciendo y regenerando partes dañadas. La doctora dice que esta “embarazo” y deberá cuidarse como tal, además de continuar haciendo ejercicios en el fisio para no perder la buena forma física que aquí ha conseguido. A simple vista no hay cambios evidentes, espero que el tiempo, la constancia y el esfuerzo nos dejen ver mucho más. Pero no nos vamos con las manos vacías ni mucho menos. Todo lo que hemos visto, aprendido, y vivido en estos tres meses nos ayudará para emprender una nueva etapa enfocada al progreso y a conseguir un aumento notable en su calidad de vida, y por lo tanto también en la nuestra.

Ahora me entretengo preparando nuestro regreso. Hay que empezar a recogerse y mientras hago las maletas voy guardando con cuidado mil recuerdos. Los ordeno, los revivo, sonrío y los encierro en algún un lugar dentro de mi, dónde nadie los pueda ver, dónde nadie los pueda destruir. Buenos o malos, son míos, propios e intransferibles, y han convertido este viaje que ya termina en una experiencia inolvidable. Cierro una cremallera por última vez, suspiro y lloro; llevaba un tiempo sin hacerlo, desde la última despedida para ser exactos. No puedo evitarlo, cada adiós me parece definitivo. Se esconde tras él la sensación de que nunca, jamás, volverá a repetirse ese momento o veré de nuevo a esa persona o retomaré las mismas sensaciones que dejo atrás y eso me produce una extraña y angustiosa sensación que siempre se transforma en lágrimas. No puedo reprimirme, es incontrolable. Cuando pienso que algo termina, por mucho que lo este deseando, se me hace un nudo imposible en la garganta, y no es tristeza lo que lo provoca, es un enorme sentimiento de vacío que no sé llenar con nada. Me resulta difícil acabar, poner el punto y final creo que es lo que realmente me aterra. ¿Por qué cerrar algo para siempre?, ¿y si tengo más que escribir?, ¿y si quiero continuar con la misma historia en otro momento de mi vida?

En cada viaje que emprendo y en cada relación que empiezo me persigue ese último momento. Me entrego tanto, me llegan tan adentro, que luego no se cómo dejarlos salir. Procuro no atormentarme con eso y siempre dejo una puerta abierta al quizás, para calmar mi propio ánimo, pero se bien por experiencia que el tiempo acaba cerrándola. Con el corazón caliente se dice “el año que viene volveremos” o “vamos a vernos de nuevo, te lo prometo” pero esas palabras desaparecen con la misma facilidad que se dicen. El viento frío se las lleva igual que a las ganas o el entusiasmo por repetir y solo permanece vivo lo que consigues retener en la memoria. Es por eso que ahora me alegro tanto de haber escrito purodelhirio, porque no me dejará olvidar, porque dentro de un tiempo lo leeré y me ayudará a evocar muchas situaciones, emociones, inquietudes y reflexiones que ya formarán parte del pasado, pero gracias a esto volverán al presente. Cada vez que las recuerde serán eso, un presente, un maravilloso regalo para mis sentidos. Ahora me alegro de haber invertido tanto tiempo y esfuerzo en este blog que empezó como forma de compartir mis vivencias, luego paso a cumplir funciones de autoterapia y ha terminado convirtiéndose en una prodigiosa obligación hacia para vosotros. Ahora me alegro mucho, muchísimo, del empeño que he puesto en “tangibilizar” de alguna forma mis pensamientos, convertirlos así en inmortales.

En apenas cinco días me voy de la India. Dejo atrás este retrógrado y neolítico país y vuelvo a España, a casa, a mi país de traca y pandereta que hoy aprecio mucho más. Siento una mayor consideración por los valores occidentales, por la cultura humanista, por los pequeños detalles que hacen nuestra vida relativamente fácil, agradable y próspera. No voy a sentir nostalgia, ni pena, ni miraré atrás. He exprimido esta experiencia todo lo que he podido o he sabido. Abandono lo que durante unos meses ha sido mi casa, mi aventura, mi jaula, mi pesadilla y mi esperanza. Y quién sabe, quizás algún día volveré…

Gracias a todos los que habéis formado parte de este viaje. Gracias por la ayuda en términos económicos y de logística que nos han permitido acercarnos a este sueño. Gracias por el cariño y el apoyo que nos han permitido mantenernos en él. Y como no, gracias también a todos los que han delhirado conmigo, ha sido todo un placer abrir vuestras mentes y tocar vuestros corazones. Volveremos a leernos.

Ahora si que si. Hasta muy pronto, mi gente.

lunes, 2 de abril de 2012

Renovarse y vivir

Hoy me siento como si fuera de nuevo la primera vez. Han pasado tantos días desde el último post que renace en mi la inquietud de ese primer delhirio. Estoy como de estreno, como si empezara algo nuevo, como si fuera el inicio de otra etapa y esta mi confesión. Pero este repentino debut no tiene que ver con ninguna fecha señalada, ni con un cambio de situación, ni con un nuevo proyecto sino más bien es producto de una transformación en mi interior. Ahora siento que soy una versión renovada de mi misma. Más entera, más madura, más estable, más capaz, más sincera, más paciente, más libre…más y supongo que mejor.

Después de tanto tiempo, no sabía como retomar esto. Hasta hace poco estaba encarnizada en la eterna lucha del poder y el querer. La escritura emocional requiere tiempo y energía y una serie de acontecimientos sucedidos en las últimas semanas me habían absorbido ambos aspectos por completo. Lo cierto es que tenía mucho que decir pero no encontraba las palabras adecuadas, estaban escondidas. Creo que me huían para que no escribiera ningún pensamiento fugaz. Digamos que me han regalado un momento para mi, para que pueda asimilar mis propios sentimientos. Nada de lo que aquí publico es fortuito ni impulsivo, son todo reflexiones de ida y vuelta, son todo ideas masticadas…si hubiera contado al día todo lo ocurrido habría formado una ensaladilla de emociones imposible de digerir. Ahora, con la templanza que otorga el paso del tiempo, puedo expresar mejor mis pensamientos y compartirlos abiertamente.

Dicen que un viaje a la India puede cambiar tu vida. Desde luego, es toda una experiencia que altera todos los sentidos y rompe cualquier esquema preestablecido. Pero no son las características en sí de este país lo que te transforma sino la extraña manera de enfrentarte a cada una de las situaciones que aquí se plantean. En este caso venir a India no ha sido un viaje de placer, ni una amable aventura al nuevo mundo. Lo mío se ha convertido más bien en una odisea cargada de desafíos. La vida me reta constantemente, da igual que este en Alicante, en Delhi o en un calmado paraíso. No importa el destino, no puedo escapar. Para mi siempre hay preparados complicados planes. La verdad es que en numerosas ocasiones me busco los problemas yo solita provocando situaciones que alteren mi comportamiento sistemático. En cierto modo creo que eso deberíamos hacerlo todos; retorcernos la existencia de vez en cuando para enfrentarnos a nuevas tesituras, para romper con la rutina, para darnos la oportunidad de sorprendernos, para ayudarnos a conocer nuestros límites. A mi me gusta probarme, descubrirme, impresionarme. Me resulta divertido pelearme conmigo misma porque me gusta saber quién soy. Sin duda, la resolución de pequeños conflictos nos ayuda a crecer y a superarnos pero lo difícil viene cuando las circunstancias ahogan, cuando los problemas desajustan aquello que parecía inalterable, cuando la solución a un nuevo planteamiento esta tan lejos que no alcanzas ni verla. No sabes ni qué, ni cómo, ni cuándo pero tienes ante ti una inesperada movida y algo tienes que hacer para solventarla. Y es que frecuentemente la vida nos regala disgustos envueltos en un papel áspero, rígido y de color muy muy oscuro.

Como acostumbro ha hacer no voy a entrar en detalles, prefiero hablar en términos generales para que podáis sentiros identificados, para que podáis reconoceros e implicaros en estas palabras, para que podáis darle la importancia que para mi tienen. Todo lo que ha pasado en estas semanas lo puedo extrapolar resumiéndolo con una palabra: desequilibrio. Tan simple y tan complicado como eso.

Hace poco iba andando por una calle por la que paso prácticamente todos los días y me fijé en un local que antes ninguneaba; siempre había estado ahí pero nunca me había dicho nada especial. Cuando lo vi esta vez me dio la clave, me ofreció una explicación clara de todo lo que ha sucedido y me transmitió el impulso que necesitaba para escribir. Es una clínica de Aryuveda ¿sabéis lo que es? Lo llaman la “ciencia de la vida”. Es una antigua práctica medicinal hindú que comprende una gama de tratamientos variados (hierbas medicinales, cambio en la dieta, meditación, yoga…). Se trata de una técnica milenaria
y es el primer sistema holístico que integra el cuerpo, la mente y el espíritu.
Está orientado a lograr el rejuvenecimiento y a restablecer el equilibrio corporal. Una de las máximas del Aryuveda es que toda experiencia positiva o negativa a nivel corporal tiene su efecto sobre la mente y viceversa. O te limitas o la naturaleza te limita. Si la mente o el cuerpo no están bien se produce un desajuste en el organismo. Pues eso, al fin y al cabo es lo que aquí nos ha pasado. Hemos sufrido un tremendo desequilibrio provocado por las circunstancias que han envuelto este viaje. La presión, la saturación y el cansancio emocional nos provocaron un desorden en el sistema. No lo he vivido en primera persona pero así lo he sentido. Me ha afectado, me ha traído grandes consecuencias y ha desencadenado ese cambio del que os hablaba.

Ahora todo ha vuelto a estabilizarse. Hemos recobrado la normalidad con cierta rapidez y eficacia gracias a la participación activa de la persona afectada y de su maravilloso entorno. Ahora la tormenta que trajo el problema ya es agua pasada. Y ahora, que se respira el alivio fresco, es momento de embalsar pensamientos y de reflexionar, de estimar daños y de valorar los efectos. Este último paso, el de pensar sobre todo lo ocurrido, es muy importante para cerrar un caótico ciclo con cierto éxito. No basta con salir airoso de la situación, hay que calarse hasta el fondo, hay que pringarse, hay que revolver en lo más profundo para poder absorber algo beneficioso. Mucha gente elude este momento con el fin de poder olvidarse cuanto antes de los malos momentos. A mi parecer esas mentes débiles cometen un gran error porque todo el sufrimiento generado, todo el sacrificio realizado, no vale la pena si no se saca de ello algo positivo, algo que te haga crecer, algo que te haga madurar, algo que te haga aprender, algo que te haga cambiar, algo te haga entender lo mucho que vale la pena vivir (con o sin problemas).

Queridos, hacer el favor de cuidar vuestras mentes y vuestros cuerpos porque no tenemos más de recambio y todavía nos queda mucho por andar. Las cosas que son inevitables, causales u casuales, simplemente sucederán, sin que podamos impedirlo. Lo mejor que podemos hacer es transformarlas, convertirlas en una experiencia, aceptarlas y analizarlas. Y como no, compartirlas. Eso siempre enriquece cualquier momento.

Ahora puedo contar con los dedos de las manos los días que faltan para volver a casa y dejar atrás este intenso viaje que me ha marcado profundamente. Estamos en la recta final y en estas dos últimas semanas retomo las ganas de nuestro principio. Me dirijo ahora a mi madre, que también está de estreno leyendo por primera vez mis delhirios desde casa. Tengo que decirte que te has dejado aquí tus ganas, tu perseverancia y tu buen hacer…los tomo prestados y ya te los devolveré. Eres y siempre serás mi heroína favorita. ¡De herencia quiero que me dejes tus súper-poderes!

Esto es todo. Aquí me despedido y me presento. Esta soy yo cogiendo las riendas de mi vida y dirigiéndome hacia la mejor salida. No lo olvideis, es importante, lo suyo siempre es r
enovarse y vivir.

viernes, 2 de marzo de 2012

Mio, tuyo, nuestro.


El egoísmo es una rasgo cada vez más característico de nuestra sociedad. Ahora estamos sumergidos en una catastrófica crisis, pero la más importante no es la económica de la que tanto hablamos, puesto que por su naturaleza cíclica es inevitable que se suceda ahora, y en el futuro. La crisis que realmente debería preocuparnos es la social, la personal, la de los valores de los individuos. Hemos dejado de ser una unidad, hemos dejado de tener compasión y fraternidad por el resto de las personas, hemos dejado de luchar por los beneficios colectivos (si es que alguna vez lo hemos hecho). Lo que ahora impera es el interés individual. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo sólo sabemos mirarnos a nosotros mismos. Nos hemos convertido en el paradigma vivo del mito de Narciso ¿sabéis de lo que os hablo no? Ese joven incapaz de amar a otro que no fuera él mismo. Esta historia no tiene un bonito final, como tampoco lo será el nuestro, ya que terminaremos exterminándonos nosotros mismos…¡Sálvese quién pueda!

 George Carlin definía así la paradoja de nuestro tiempo “Tenemos edificios más altos y temperamentos más reducidos, carreteras más anchas y puntos de vista más estrechos. Gastamos más pero tenemos menos, compramos más pero disfrutamos menos. Tenemos mayores comodidades y menos tiempo, más grados académicos pero menos sentido común, mayor conocimiento pero menor capacidad de juicio. Tenemos más expertos pero más problemas, mejor medicina pero menor bienestar. Hemos multiplicado nuestras posesiones pero reducido nuestros valores.” Nos convertimos en seres avariciosos y envidiosos peleando por querer lucrarnos siempre en una vida de puro materialismo. Nos convertimos en seres pretenciosos y hedonistas intentando gozar por encima de nuestras posibilidades.

¿Qué es lo que nos convierte en seres más humanos y solidarios? Mi conclusión es que la gran excepción que nos salva es la familia. Por ellos si que nos movemos, nos preocupamos y nos entregamos. Sin duda es mi institución favorita. En los últimos tiempos se han producido grandes cambios en ella: transformaciones ideológicas en cuanto a los valores que son prioritarios; cambios a nivel económico, en cuanto al reparto de funciones y trabajos entre sus miembros; y un cambio demográfico, en cuanto a que la composición de la misma se organiza en unidades u hogares que tienen otro tamaño y otra estructura.

Estos cambios, necesarios, se han ido produciendo de manera paulatina provocados por el contexto social. Las transformaciones del entorno han hecho inevitable un reajuste en “el modelo tradicional” pero la esencia de la unidad familia ha hecho gala de una extraordinaria capacidad de adaptación. La familia no se ha desgastado, no ha entrado en decadencia, sino más bien se ha adecuado de una forma exitosa a las nuevas y muy diversas condiciones culturales, sociales y económicas presentes. La familia sigue teniendo un gran valor, por la importancia que se otorga a los lazos de lealtad y obligación que unen a sus integrantes a todos los niveles. Entre ellos hay un grado muy alto de interrelación, solidaridad y dependencia. Formar parte de una no es un mero hábito de la vida cotidiana, es algo mucho más especial. Con la familia uno se implica, se arriesga, se responsabiliza, se entrega sin medida y de forma incondicional. Con ellos nos damos el placer de complacer a otro porque sí, sin esperar nada a cambio.

La actitud, los valores que defendemos frente a nuestros seres queridos son los del progreso, los de la prosperidad, los del desarrollo. Es la conducta necesaria para fortalecer la civilización humana.
La familia es el lugar donde se construye la identidad individual y social de las personas. Son los únicos que nos pueden salvar, es una cuestión de evolución; una generación prepara a la siguiente y desean de forma diligente que quienes tienen que remplazarlos en el futuro sean mejores que ellos. Así pues, por el bien de la humanidad y de la unidad social, eduquemos a los nuestros bajo unos cimientos fuertes, sanos y duraderos. Difundamos los valores de solidaridad, fidelidad, integridad y humildad que ahora permanecen tan postergados. Salvémonos de nosotros mismos.

Dicho esto, paso hablar de las familias en general para dirigirme a la mía en particular porque creo que debería decir más a menudo lo tremendamente orgullosa que me siento de vosotros, de nosotros. Incluyo en mi familia a todas aquellas personas que comparten mis alegrías, mis fracasos, mis sonrisas, mis malos humores, mis miedos, mis sueños, mis locuras…vamos a los que forman parte de mi vida “tiempo completo”. Ojalá fuera tan sencillo como daros las gracias, pero aún así os las doy de corazón. Gracias por la constancia, por las lecciones, por los abrazos, por las conversaciones, por los sacrificios, por la paciencia, por la ilusión, por los besos, por las sorpresas, por la unión, por la entrega, por la fortaleza. Gracias por vuestro inquebrantable amor. Os regalo todo lo que soy, porque sin vosotros nunca hubiese sido la Marina que ahora os escribe. 




Para qué más palabras, sólo necesito dos: os quiero.

jueves, 16 de febrero de 2012

idas y venidas


Recuerdo cuando hace unos años estudiaba en el instituto la teoría del devenir de Heráclito “todo cambia, nada permanece”. La filosofía entonces me llenaba la cabeza de preguntas, pero nunca de respuestas. Ahora con algo más de tiempo vivido, trato de darles mi propio sentido a tales filosofadas. No pretendo hacer grandes juicios de valor, ni dogmatizar con mis pensamientos, sólo conecto ideas y sentimientos, y reflexiono en voz alta. No me hagais mucho caso, seguramente lo que ahora escribo, mañana ya no lo mantenga. Porqué ese el principio se rigen todas las cosas del universo ¿no?.

Todo es relativo, nada es seguro. Tú cambias, la situación cambia. Continuamente se suceden transformaciones. En un mundo así, deberíamos estar siempre receptivos, y dar la bienvenida a las novedades con alegría. De hecho, creo deberíamos salir a buscarlas. A veces cuanto más cambian las cosas, más siguen siendo iguales. Puede que sean diferentes los lugares que frecuentas y las acciones que realizas, puede que tu forma de comportarte ya no sea la de antes, o puede que vivas en un sitio distinto…pero lo que llevamos en el corazón permanecerá siempre.

Ya…pura teoría metafísica. En la práctica nos aterra tanto movimiento, porque nuestros temores se alimentan de nuestra ignorancia. El no conocer, el no comprender, el no tenerlo todo perfectamente calculado nos genera una gran inseguridad. Por eso los seres humanos nos esforzamos en cubrir esta necesidad básica de mil formas: tratando de encontrar la estabilidad en un trabajo fijo, haciéndonos un plan de ahorros “por si vienen las vacas flacas”, comprándonos una casa para que se convierta en nuestra propiedad, acumulando medicamentos en el botiquín, haciéndonos una póliza de seguros, e incluso atándonos ante los ojos de Dios a otra persona hasta que la muerte (o un juez) decida lo contrario. La incansable búsqueda de lo definitivo es un comportamiento de extrema prudencia. Tenemos un miedo horroroso a aventurarnos en nuevos territorios que no ofrecen garantías. Hay que organizarlo todo bien, por si acaso…¿por si acaso qué? ¿por si acaso pasa algo? Claro que pasará, la vida siempre es lo que pasa.

Nos empeñamos en anclarnos, en andar sobre caminos planificados y experimentados. En definitiva, en (re)vivir lo de ayer para evitar posibles amenazas a nuestra seguridad, a nuestro perpetuo equilibrio. Queremos tener el control de nuestra realidad, y si es posible, también la de el de al lado (ya sabeis, por si acaso). Diría que ante la vida adoptamos una postura conservadora, en lugar de innovadora. En realidad, es puro instinto de supervivencia, que mata posibles nuevas vivencias...¡pero qué contradictorio! Que yo sepa, la vida no ofrece seguridades, no viene con garantía, no se puede devolver si no te gusta. Es lo que hay, si quieres seguridades no te empecines en buscarlas en elementos externos, encuéntralas en ti mismo, en la roca de la autoestima. Conviértete en un ser flexible, ligero, liviano. Los cambios suceden, es inevitable, van a pasar y hay que adaptarse a ellos lo más rápido posible; deberíamos entender con más integridad que un “para siempre” es mucho tiempo. Menos mal, que para compensar nuestras malditas inseguridades y miedos, la vida nos tiene preparadas infinitas sorpresas. De esas tan fortuitas que ni los más previsores pueden escapar…

A veces, llegan a nuestras vidas de forma inesperada personas, objetos, o situaciones (llámalo señales) y rápidamente nos damos cuenta que esto es así por algún motivo. Aparecen para servir un propósito, para darnos una lección, para ayudarnos a descubrir lo que realmente deseamos, o para hacernos comprender cómo queremos ser. Se esconden bajo una apariencia normal, si no les prestas la suficiente atención y te distraes con banalidades, se te escaparán (como las oportunidades), pero si lo miras con detenimiento, puedes entender que influirán de una forma profunda en tu vida. ¡Aviso! Cuando encuentres esa señal, déjate llevar, exprímela, apúrala; renuncia a los miedos y

no lo pienses más porqué cuando quieras darte cuenta, todo habrá cambiado de nuevo. Que desaparezcan es otro trago de la vida, algo que hay que superar. Pero hay que sentirlo, probarlo, sufrirlo, vivirlo intensamente…¿qué os voy a decir?las palabras aquí quedan rebajadas a un segundo plano. Lo mejor (o lo peor), lo que las hace especiales, es que nunca sabes si reaparecerán. Pero como dijo mi abuelito: no hay perro que no retorne. Si vuelves y no las encuentras, no te canses de esperar…

Que tu vida no dependa si alguien va o vuelve, no te entregues de forma incondicional a nada, no te acomodes a una situación concreta…siempre es algo pasajero. Tú construyes y (con demasiada frecuencia) el tiempo destruye. Y cuando miras hacia atrás, es una escena ya terminada, porque todo cambia algún día, pero será un bonito recuerdo.

Y termino este delhirio haciendo referencia de nuevo a Heráclito, que era muy listo, para reivindicar la ineludible dualidad de la vida, ya que el devenir está animado por el conflicto de fuerzas contrapuestas: "La guerra es el padre de todas las cosas" decía él. Vamos, que el ruido no existe sin el silencio, ni el calor sin el frio, ni la luz sin la oscuridad, ni la mente sin el cuerpo…ni yo sin vosotros. 

viernes, 10 de febrero de 2012

(im)posible


A veces soy demasiado controladora porque no se me da nada bien improvisar. Es algo que me inquieta mucho ya que tanto las buenas noticias como las malas vienen así, de golpe, sin avisar. El nerviosismo que me produce abrir un regalo es una muestra de la intranquilidad que me produce lo nuevo. Siempre quiero estar preparada, dispuesta, segura; detesto quedarme en blanco, no saber reaccionar ante una situación puede ser determinante. Soy reflexiva, más que impulsiva. Necesito comprender, interpretar, asimilar, relacionar, y luego ya si eso, actuar.

Quiero contaros que algo nuevo a sucedido en nuestras vidas, un acontecimiento pequeño pero muy significante, unas de esas cosas que llevas esperando mucho tiempo, y aún así te pilla de sorpresa. Pero antes de escribirlo, antes de comunicarlo abiertamente, necesitaba digerir la ensaladilla de emociones para poder expresarme con cierta claridad; me faltan palabras para definir todo lo que siento y pienso. Hace dos días Dani movió las piernas por primera vez, después de estar más de seis años sin poder hacerlo. Un movimiento leve, suave y sutil que supone un punto de inflexión en esta historia de mierda. Algo se ha conectado dentro de su organismo, algo que antes no funcionaba ahora si lo hace, mostrándonos unos pequeños resultados que alimentan nuestras ilusiones. Su ingrávido movimiento implica una superación de los límites de lo posible, una muestra viva de que las barreras físicas y mentales se pueden superar, por muy difíciles que parezcan.

Alguien nos dijo una vez que dejáramos de luchar, que era imposible que pudiera recuperarse de las secuelas del accidente, que sus piernas no volverían a funcionar, que “el cable” se había roto por completo y punto, no se podía reparar. Vamos a ver, que algo sea imposible significa que jamás sucederá, que no hay medios suficientes para que eso ocurra. Esta definición invita a la renuncia, a un cese total del empeño. La palabra improbable quiere decir que es muy difícil que pase, pero existe una remota posibilidad, lo que deja una pequeña ventana abierta a la esperanza. Sin duda, yo (y cualquiera que se considere mínimamente positivo) prefiero usar esta segunda palabra para enfrentarme a cualquier reto complicado que se plantee porque la fuerza del ser humano es extraordinaria, es capaz de conseguir cualquier cosa, y decir que algo es del todo imposible es limitar, es añadir más barreras a lo que ya es un enorme problema. Evidentemente hay que ser realistas, tampoco sería sensato hacerse un puñado de ilusiones que no conducen a ninguna parte; montarse castillos en el aire trae a menudo dolorosas decepciones. Pero joder, es que si no crees, si no confías, si no te entregas a una pizca de esperanza, por pequeña que sea, estas acabado. Nunca debería darse por perdida una batalla sin antes pelear. Nunca deberían matarse las buenas ambiciones. Nadie debería invitarte a desistir. Que no te engañen, conformándote con tu desgracia la vida no será más feliz, sólo más fácil. Qué imprudencia...¿Quién se atreve a ponerle límite a los deseos?

Personalmente creo que los sueños (y los delhirios) necesariamente no tienen por que formar parte de una vida fantasiosa, en la cruda realidad también hay sitios para ellos. Los sueños no respetan la razón ni el sentido, pero despiertan en uno mismo una motivación inverosímil para llevarlos de lo distante a lo posible. Ayudan a dibujar metas en nuestras mentes, a marcar objetivos claros lo que conduce a la consecución de los mismos, es una mera cuestión estratégica para alcanzar el éxito (en el ámbito que sea). Pero e
l precio que hay que pagar para lograr algo que se desea con toda la fuerza interior inimaginable puede consistir en largas y extenuantes horas de trabajo, en estar mucho tiempo apartados de  familiares y amigos, o en persistir a pesar de que todos te digan que no lo hagas. Este es un precio alto, que exige muchos sacrificios, y no todo el mundo está dispuesto a pagarlo. Es por eso que no todo el mundo consigue sus sueños, pero Dani tiene una voluntad de acero en su alma, consistencia, determinación y mucha perseverancia

Me atrevería a decir que a él tampoco le gusta improvisar, le gusta estar preparado, por eso no ha dejado de trabajar ni un solo instante, por si en algún momento de su vida se le presentaba la oportunidad de ir al culo del mundo a cumplir su sueño. Su reacción ante esta situación fue (y es) determinante, tanto, que estoy segura de que conseguirá superar muchos más límites que ahora creemos muy improbables. Esto no es ni mucho menos una consumación, es sólo el principio de un nuevo camino del que no puedo concebir el final. A los que le acompañamos, en presencia y en esencia, en esta aventura que he bautizado como “Cruzada por la independencia”, sólo nos queda seguir trasladándole todo nuestro cariño y toda nuestra fuerza.

¡Ánimo tete, que tú si que puedes!





“No te rindas que la vida es eso,

continuar el viaje, 
perseguir tus sueños,

destrabar el tiempo,

correr los escombros,

y destapar el cielo.”
(M. Benedetti)

jueves, 2 de febrero de 2012

Maldito karma


Una de las creencias básicas del hinduismo es la ley del karma o acción. Básicamente significa que todo buen pensamiento, palabra o acción engendra una reacción similar que afecta a nuestras vidas, y todo pensamiento desagradable o mala acción vuelve a hacernos daño en esta vida o en la siguiente.

Una de las premisas de la creencia del Karma es que uno siempre debe tener en la mente las posibles consecuencias que tendrán sus acciones. En esto estoy de acuerdo; si intentas suponer los efectos que tendrá tu acción podrás decidir con más claridad qué hacer, cuál es la mejor opción, y así tratar de minimizar los daños, o no. A veces uno no piensa, simplemente actúa, y arrasa con todo a su paso, sin ningún tipo de miramiento. Pero bueno, sinceramente creo que eso son fallos que uno debe cometer para adquirir nuevas experiencias, para crecer, para ir madurando poco a poco.

Lo cierto es que en estos días, y desde que tengo conocimiento, me he topado con muchas historias desafortunadas ¿a caso debería creer que todas esas personas han tenido malas acciones o malos pensamientos en otra vida? Porque de verdad os lo digo, si así fuera, en un tiempo pasado, esas personas de las que os hablo debieron ser unas sucias rameras sin sentimientos para que en esta vida presente se les acumule tantísimo sufrimiento. Yo prefiero creer que la vida es así; 
a veces la realidad nos muestra su lado más duro. Las personas sufren las consecuencias de un accidente, de la terrible casualidad o de la puta mala suerte. Da igual a qué adjudiquemos esos desastres, la verdad es que pasan constantemente y los efectos son demoledores.

No quiero contaros ninguna historia particular, no quiero convertirme en la embajadora de asuntos afanosos, prefiero que eso quede para la intimidad. Sólo pretendo invitaros a reflexionar un poco sobre lo rápido que pueden cambiar las cosas; en un instante tus objetivos, tus valores, tus creencias pueden dar un enorme vuelco. Con estas palabras, mi gente, deseo daros un aliento hacia el optimismo, hacia la lucha, hacia la superación, ya que todos, en mayor o en menor medida, tenemos problemas, asuntos difíciles y dolorosos a los que enfrentarnos…eso sí, pensar que a menudo son insignificantes y lo único que hacemos es quejarnos. ¿Sabéis que he podido ver en las personas que más han sufrido? Que ellos han cogido la maldita toalla, que no se han rendido. Que sus planes de futuro un día se vieron truncados y por lo que pelean ahora es por el día a día. Y eso es lo que deberíamos hacer todos.

Que no os asusten las consecuencias, que nada os impida intentarlo. Que lo fácil es enfadarse, gritar, llorar, patalear, cerrar los ojos, tirarse al suelo, conformarse. Que lo más sencillo es no hacer nada... pero el tiempo pasa, y nadie va a venir a devolvernos todo el que hemos perdido. Que sí, que da miedo, mucho miedo… yo estoy aterrada. Pero mira, si fracasamos que sea en el intento. 
  
Después de todo esto, os diré que definitivamente no creo en el Karma, ni en ninguna religión, ni en ninguna divinidad suprema. Yo deposito mi fe en las personas. Creo en el aquí y en el ahora. Creo en la naturaleza, en la vida. Creo en la razón y en la evolución. Creo en la libertad. Creo en el amor y en la amistad, creo en el vínculo entre hombres y mujeres, que es lo que nos da la fortaleza. Creo que sólo nosotros mismos podemos mejorar nuestra existencia.

Mi consejo:
 por si no hay una próxima vida, disfrutar más y mejor esta.

lunes, 30 de enero de 2012

Indian rulers


 La RAE define la costumbre cómo: Hábito, modo habitual de obrar o proceder establecido por tradición o por la repetición de los mismos actos y que puede llegar a adquirir fuerza de precepto.

Cada país tiene una serie de cualidades y aspectos que lo distinguen del resto. Hay una forma común de actuar, cosas que se consideran cotidianas y conforman el auténtico día a día. Muchas de ellas se explican en las guías turísticas. A poco que busques información sobre la India podrás encontrar referencias sobre los saris (una prenda femenina considerada como símbolo nacional), el bindi (esos puntitos que adornan la frente de las mujeres y que simbolizan el sexto chakra , "la sabiduria oculta") o la particular forma que tienen aquí de decir que “si” (aunque tienen palabras para afirmar, ellos acostumbran ha hacer un movimiento de la cabeza muy parecido a nuestro “no”). 

Nosotros todavía no hemos visitado ninguno de los sitios turísticos que se aconsejan, no hemos visto las grandes maravillas mundialmente conocidas que este país alberga, pero lo que sí hemos hecho durante estos largos e intensos dieciocho días es vivir en la India. Voy ha haceros un disparatado símil alicantino para situaros en nuestro mapa: Digamos que nuestra zona es “Carolinas”, un auténtico y mítico barrio de trabajadores situado al sur de la ciudad; si andamos un poco por los alrededores llegamos a “Ciudad Jardín”, un barrio colindante dónde hay pequeños chalets, unos mejor conservados que otros, con sus verjas, sus macetas y sus vehículos aparcados en la puerta; para descubrir los encantos más representativos de la ciudad tenemos que subir al centro. Residir en este remoto punto de Delhi me ha permitido conocer otras tantas costumbres que no vienen escritas en ningún lado, esas "cosetes" que se van aprendiendo sobre la marcha. Aquí os escribo algunas curiosidelhidades:

-Es muy frecuente ver a multitud de hombres desempeñando la misma función. Ayer, mientras limpiaban las escaleras del exterior del hospital, pude contar hasta 7 tíos agachados en el suelo sacándole brillo al mismo metro cuadrado, más uno que les traía café, más otro que sólo miraba. La mano de obra, cualificada y no, abunda; es indiscutible que las masas de jóvenes, de población activa, es uno de sus mayores valores. 

- Hay montones de cruces svastikas por todas partes. He tenido que buscar qué significado tienen porque la primera asociación que hacia mi mente era con el nazismo, lo cual no tenía sentido. Las svastikas de aquí simbolizan la reencarnación perpetua. Hitler la tomó prestada y le invirtió la posición de los brazos.

-En Delhi no hay aceras, están todas rotas o a medio hacer. En el caso de que haya alguna terminada te encuentras montañas de arena o de ladrillos que pertenecen a alguna obra cercana e imposibilitan el paso. Una acera también es susceptible de convertirse en carril de doble sentido para las motos o en parking de coches. Así pues, lo más seguro es andar por la carretera como hacen los nativos, y si molestas ya te pitarán.

-Quién no trabaja es porque no quiere. Ante las impetuosas necesidades los indios agudizan el ingenio y cualquier propiedad puede servir para montarse un negocio propio. Si tienes una plancha de carbón del siglo pasado y consigues una superficie lisa, te conviertes ipso facto en el planchador del barrio. Como se trata de optimizar los recursos, te pones cerca de un árbol con grandes ramificaciones y así ya tienes perchas. Si tienes una bici puedes llenarla de trastos y ser vendedor ambulante o en su defecto, ser transportista. Si tienes unas tijeras, un espejo y una silla… ¡listo! ya puedes ser el peluquero de cabecera para muchos hombres (de mujeres no, puesto que valoran demasiado sus largas y negras melenas). Si tienes un hinchador de ruedas, y un poco de maña, te plantas en una esquina concurrida y sólo tienes que esperar; en este caso el éxito esta asegurado porque el mal estado de las carreteras y de las aceras (me remito al punto anterior) garantizan la clientela. 
* Quiero hacer mención especial al “señor de uniforme que te abre la puerta”, un oficio de lo más frecuente por estos lares. Los hay en tooodas partes, y su principal función es la de saludarte, invitarte a entrar, aguantarte la puerta y después despedirte amablemente. Un detalle por su parte.

- Hay hipercontaminación acústica y ambiental. El aire esta sucio, hay una neblina de polvo negra estancanda, consecuencia de las cantidades ingentes de vehículos que circulan cada día. Las calles no tienen paeleras, y demasiado limpias están, pero lo que si que puedes encontar son pequeños vertederos localizados en algunos puntos concretos que...¡Dios! desprenden un olor nauseabundo. Pero especialmente es el silencio lo que brilla por su ausencia en cualquier punto de la ciudad. Es imposible que no haya ruido de fondo en cada momento: los pitidos de los coches, las múltiples obras, las músicas imposibles saliendo de las tiendas, perros ladrando, o simplemente las miles y miles de personas que hay por todas las calles …

-Existe un gran orgullo de ser indio. Algo que se palpa en cada instante, en cada calle, en cada mercado, más allá de la diversidad étnica y religiosa. Las tirangas (nombre con el que se conoce a la bandera por sus 3 rayas horizontales), las pegatinas o las pintadas en los coches anuncian un profundo patriotismo.

-En cuanto a la comida, qué decir… que aquí lo que no tenga algún tipo de especie, por mínima que sea, deben de pensar que no es un plato digno. Se trata de una cocina elaborada, colorida, compleja, especiada y sobretodo muy picante. Los pimientos verdes, amarillos y rojos quedan preciosos en las ensaladas pero a mi no me saben tan bien. Se hace imposible conseguir una buena cerveza fría para paliar el aderezado de las comidas, así que la mejor solución es el agua, eso si, con dos premisas: mínimo dos litros, para apagar los ardores; y que sea mineral por supuesto, para minimizar riesgos innecesarios.

-Mucho ojo a la hora de abrir las botellas de agua mineral. Están llenas hasta el mismísimo borde, lo que inevitablemente ,en unas manos resbaladizas como las mías, conduce a empaparse la camiseta o en el mejor de los casos a derramarla en el suelo. Este consejo ahorra muchos lamparones.

-Los indios son muy curiosos, dirigen sus penetrantes y enormes ojos negros a todo cuanto se mueve a su alrededor. Es gente muy comunicativa, les encanta reunirse en plena calle, observar y hablar. También suelen aglutinarse en torno a puestos ambulantes de frutos secos para pasar el rato. Eso sí, estas simpáticas reuniones al aire libre son "only for men", las mujeres, como para tantas otras cosas, quedan recluidas. 

-Estampan todo con sellos personalizados. Muy importante la mecánica de las grandes tiendas y  típicos “super”. Te pasan todos tus productos y  te dan tu correspondiente ticket de la compra, con él debes ir a otro mostrador contiguo (o no), pagar, y que te lo sellen. Después ya puedes ir a recoger tu bolsa. Sería útil si te pidieran el ticket sellado antes de recoger la bolsa pero ese paso deciden saltárselo.

-Hay controladores de metal a la entrada de todos los grandes almacenes, y muchos otros lugares públicos, como templos e incluso algunos mercados al aire libre, pero nadie se preocupa si algo suena.

- Es complicado ver una cola de gente. Tú llegas, pides y te vas; si te hacen esperar porque  están atendiendo a otro, pues te pones pesado e insistes. Aquí todo el mundo intenta colarse; la técnica es la de amontonarse en el mostrador o en la ventilla hasta que te hagan caso. Curiosamente aquí no se aplican a la expresión en “fila india”.

-Los autobuses raramente paran totalmente para que los pasajeros se suban o bajen, a no ser que haya personas mayores o mujeres. La gente se baja y sube con el vehículo en marcha. No suelen llevar puertas y, si las tienen, van siempre abiertas.

-El deporte rey, y casi único, es el Criquet, otro legado de los ingleses.

-Los indios son unos genios a la hora de aprovechar el espacio de los vehículos. Me río de los “trichoped” de nuestra juventud.  Aquí es habitual ver a tres, a cuatro o incluso a cinco personas en la misma moto, convirtiéndola así en un vehículo familiar. Si algún precavido lleva casco (por sensatez, no por las multas desde luego) siempre es el que conduce.

-Una de sus pasiones: las macetas. No pequeños jardincitos elaborados, no. Grandes maceteros pintados de colores alegres y vastas plantas adornan las entradas de hogares y establecimientos, por ruinosos o viejos que estos sean.





This is India!

Informando a 9866 km de distancia, vuestra Marina.

domingo, 22 de enero de 2012

Mediworld


Odio los hospitales ¿tú no? Los detesto, me agobian, me ponen nerviosa, me alteran, me quitan la paz. Lo cierto es que las grandes mujeres de mi vida trabajan en alguno de ellos haciendo su pequeña gran labor ahí dentro, salvando a la humanidad, mejorando la estancia de los pacientes, alargando sus vidas, o aportando eso de lo que muchas veces carecen estos centros pese a su nombre, la hospitalidad. Pero es que ese olor me perturba, me incomoda. Cuando estoy en uno sólo puedo fijarme en las caras de los familiares y puedo sentir su cansancio, su agotamiento, su sufrimiento, su dolor…

Durante los próximos tres meses prácticamente viviré en uno, Nutech Mediworld, así se llama. Pero este es especial, es diferente al resto de hospitales en los que he estado y desde luego no se puede comparar con ningún otro sitio de los que he podido ver en Delhi. Aunque el edificio en sí ya recoge la esencia del país, puro contraste. La fachada tiene un diseño muy estético, es toda de cristal, un signo de modernidad arquitectónica. Tiene un aspecto nuevo y vanguardista, sobretodo si lo comparas con el entorno, pero cuando entras la opulencia se queda en la puerta preparada para encandilar a su próxima víctima, y da paso a la sencillez. El edificio se nota que está reformado, de hecho no paran de hacer pequeñas chapuzas por todos lados, como diría mi Jordanet “ se pasan el día martillando”. La decoración es sencilla, algo sobria, pero conforme pasa el tiempo resulta un espacio más acogedor. Lo tienen todo impoluto. No es un hospital al uso, para que os hagáis una idea, más bien parece un hotel de dos estrellas. Las habitaciones mantienen esta misma línea, debe haber como unas 20, divididas en tres plantas, y se quedan un poco pequeñas para albergar a tres personas, la silla de ruedas, los odenadores, mil cargadores, las dos maletas (size XL) y demás enseres.

Todo el personal del hospital es joven, se respira un ambiente vivaracho. Como la mayoría de la población son bilingües; entre ellos hablan el hindi (es uno de los idiomas con carácter oficial aquí, y según dicen se deriva del sánscrito, la lengua más antigua del mundo) pero para dirigirse a los pacientes siempre hablan un correcto y simplificado inglés. Las enfermeras no parecen indias, tienen más bien rasgos asiáticos. No sabría deciros la nacionalidad exacta porque me parecen todas iguales. Da la impresión de que permanentemente están de guardia la misma pareja de muchachas, siempre atentas y alegres. Van uniformadas con un pijama lila, y se estila mucho entre ellas, llevar chanclas de dedo con calcetines…¡ché! ¡una cosa incomodísima!. También hay servicio de habitaciones para cuando lo desees, y curiosamente todos los que vienen a limpiar son hombres. Cuando barren utilizan una escoba tipo pluma de avestruz de palo corto. Hay que joderse, para un invento bueno que tenemos los españoles, como es nuestra cómoda escoba de palo largo y ¡no la usan!.  En general, quiero realzar el trabajo que hacen todos aquí, son unos currantes. Se les ve a gusto desempañando su labor, parecen contentos, relajados, implicándose en cada acción. Son muy puntuales (tantísimo como mi madre para que os hagáis una idea), no pierden ni un minuto, y sobresalen (aquí sí) por su hospitalidad, se preocupan un montón por los pacientes y sus familias. Están siempre muy atentos y dispuestos a facilitarte las cosas, desde el primero hasta el último. Y si hay un gran tesoro en este país, algo que de verdad me encanta, es
la espiritualidad de sus gentes que se hace carne en sonrisas francas, puras, inocentes, generosas y bien blancas.


Sólo hay un despacho en el hospital, situado en la planta baja, que le corresponde a la Doctora Getta Shroff. Aquí la consideramos una semidiosa ya que pretende milagros. Quedaros con su nombre porque lo que no tiene cura en nuestra avanzada, ordenada y cuadriculada Europa, en este desequilibrado y desastroso país, en concreto en el Nutech Mediworld, esta mujer de unos cuarenta y pocos años, cercana y sencilla, lo esta consiguiendo.

En el hospital hay bastante ajetreo, especialmente por la mañanas, continuamente viene gente de fuera para someterse a diferentes tratamientos puesto que se asisten numerosas enfermedades como las parálisis cerebrales, las cegueras o las lesiones medulares; a cada paciente se le aplica un tratamiento específico y especializado. El horario de trabajo es lunes a sábado por la mañana. En total suman unas 14 horas de rehabilitación a la semana y 3 de terapia ocupacional. Esto es un intensivo, aquí se trabaja con esperanza y de una forma impetuosa, como de debe ser. Tienen un cometido: cada paciente debe irse de aquí mejor de lo que entró (supongo que es el compromiso que adquieren después del dineral que entra en el centro, pero aún así se agradece porque se crea una agradable atmósfera de ilusión y confianza). Además le pinchan 2 veces al día, incluso a veces cae alguno más, mañana y tarde, en diferentes partes del cuerpo, los siete días de las semana.

Si le funciona a Dani, como estamos viendo que le funciona a otros, será un milagro maravilloso. Me pongo nerviosa sólo de pensar que es posible que algún día pueda escribir un post para contaros que ha habido una pequeña evolución o mejoría. Pero mi gente, acabamos de empezar, queda mucho camino por andar.

Que vuestras mentes sigan optimistas y vuestros corazones alegres.

martes, 17 de enero de 2012

multiverso


¿Alguien ha oído hablar de la teoría del multiverso? Se trata de una hipótesis que habla acerca de la existencia de realidades diferentes, de universos paralelos. En un día paseando por las calles más auténticas de Delhi he podido corroborar que aquí ,en la India, coexisten multitud de realidades interdependientes.

El domingo, mi madre y yo, seguimos explorando la zona, abriéndonos nuevos caminos, descubriendo más cosas inéditas en este sorprendente lugar. La calle de referencia para esta historia, y puede que para otras, es Green Park. No tiene ese nombre exactamente pero la parada de metro que hay ahí si se llama así, entonces por extensión la bautizamos de esta forma. Es la calle más activa que tenemos cerca del hospital. Es una avenida grande que alberga carriles en las dos direcciones. En un lado y en otro hay comercios de toda clase: farmacias, ferreterías, estancos, tiendas de alimentación, ropa, electrodomésticos, puestos de fruta, verduras, frutos secos…¡incluso hay un local dónde venden matriculas y chapas! Que alegría me dio descubrirlas, una más para la colección J
En la mayoría de estos establecimientos los precios están establecidos, lo que supone una gran ventaja porque no hay que estar regateando. De hecho, todavía no he ido a comprar mangos al puestecito para que no me timen, porque no termino de controlar bien ni las rupias ni el inglés (pero pronto lo conseguiré y os lo contaré, pediré en un correctísimo inglés unos delhiciosos mangos por un precio justo). Son sitios muy pequeños, viejos y ruinosos (aquí nadie cuida las apariencias) y están abarrotados de productos, muchos de ellos caducados por cierto, y hay una media de 5 hombres dentro atendiendo, vigilando o pasando el rato simplemente, lo que limita todavía más el espacio. Toda fachada que no este rota es susceptible de convertirse en soporte publicitario. Aquí todo esta masificado (las estanterías llenas productos, las tiendas llenas de personas, las calles llenas obstáculos, las carreteras llenísimas de vehiculos...). Las aceras, por llamarlas de alguna forma, están reventadas, y andar por ellas se convierte en toda una hazaña en la que hay que esquivar todas las enormes piedras del suelo, los productos que no caben en las tiendas y están fuera, los cientos de transeúntes en todas direcciones, los coches mal aparcados y los pesados conductores de los “tuc-tuc” que se acercan hasta la acera para preguntar si te llevan algún lado. Y como estamos en la calle, al aire libre, de fondo siempre la misma sintonía, los irritantes pitidos de los coches.

Si recorres la calle hasta el final te encuentras con una bifurcación. Puedes elegir dos caminos en los que te encontrarás con dos mundos paralelos, con dos realidades totalmente contrapuestas.

Por la mañana elegimos el camino A, giramos a la izquierda sin saber que nos íbamos a encontrar. El panorama fue desolador. Nunca, jamás, he visto tanta pobreza junta. Mientras andábamos nos cruzamos con cientos de niños, jóvenes y adultos (ancianos no, porque no llegan a esa edad) sin nada que hacer, sin nada que comer, sin ningún futuro. Estaban reunidos en pequeños grupos, alrededor de una fogata, con sus mantas raídas y sus bártulos, compartiendo lo único que tienen, su tiempo. Se masifican en esa zona porque cerca hay un hospital y una especie de comedor social, pero ni siquiera parecían desesperados por llevarse algo a la boca, sólo estaban ahí sentados, intentando mitigar su miseria. El ambiente era insano, totalmente antihigiénico, estaban rodeados de su propia basura y el olor era muy fuerte (en verano todavía se tienen agravar más la situación por el fuerte calor). Andamos casi una hora viendo el mismo paisaje, sin saber dónde ni cuándo iba a terminar la sensación de angustia por ver aquello. No teníamos palabras, no podíamos hablarnos entre nosotras, sólo andábamos hacia delante porqué sabíamos que nuestros pasos nos sacarían de allí pero esa pobre gente desdichada que dejábamos atrás se quedaba ahí, sin más. Sin más futuro, sin más esperanza, sin más destino que ese. Ver lo que ahora estoy contando, fue como una enorme y repentina hostia en la cara. De las que no te esperas, de las que te dejan sin aliento. Un golpe que me hizo temblar, sacudió mis principios ,mis valores e incluso sentí un extraño dolor.

Al llegar a una zona conocida, cerca ya del hospital, me abrace a mi madre, no hay nada más reconfortante, y ya pudimos intercambiar algunas palabras. Sinceramente, durante el camino sentimos miedo, la gente que esta desesperada es capaz de cualquier cosa, pero lo cierto es que nadie nos pidió ni dinero, ni comida, ni agua, ni nada. Nadie nos persiguió, ni nos acosó. Nadie nos incomodó, excepto la situación en sí. Sólo nos miraban con la dignidad que les quedaba a través de 
sus pfrofundos ojos negros. Esa pobre gente vive resignada con su situación miserable. Y el resto, acepta con demasiada normalidad esta horrorosa realidad social.

Cuando volví a ver la agitada calle de Green Park no sentí el agobio de otras veces por estar rodeada de esas tienduchas pequeñas, viejas y ruinosas. Lo que note al volver allí fue VIDA, porque entre tanto movimiento, tanto ajetreo, tanta actividad, hay esperanza, hay algo por lo que luchar. Se puede vivir, o sobrevivir.

Ese mismo día por la tarde, aún con el ánimo un poco trastocado, decidimos ir en busca de un McDonald´s para cenar (por variar un poco del típico arroz, y el típico pollo de todos los días). Para llegar allí había que coger el camino B, girar a la derecha después de atravesar Green Park. Cuando nos pusimos a andar, por lo menos 30 minutos de camino, tampoco sabíamos dónde iríamos a parar, ni si quiera teníamos la certeza de que existiera tal establecimiento, puede que todo fuera una broma macabra de Google Maps. Pero no, allí estaba, justo dónde nos había indicado. Y dónde hay un McDonald’s hay capitalismo en estado puro, algo que todavía no habíamos visto aquí. De repente, luces, coches semi-nuevos, ajetreo, música, un ambiente agradable…todos los ingredientes necesarios para dinamizar el consumo. El acceso al mini-mundo occidental estaba restringido. Digamos que el “centro comercial” lo delimitaba un cordón de seguridad amarillo de plástico, unos cuantos seguratas, y unos detectores de metales que eran puro atrezzo. Total que mientras gastas dinero en las tiendas de grandes marcas como Nike, Tommy Hilfiger, Batta, Adidas o Jack and Jones puedes asomarte a la calle contigua, que queda fuera ya del cordón de seguridad, y ver los mismos edificios viejos y ruinosos del resto de la ciudad, o puedes observar a la gente más humilde en la parada del autobús. No profundizo más en esta descripción puesto que esta realidad de la que os hablo  es más que conocida para todos, es vuestro día a día, es el ambiente que en nuestras mentes occidentales consideramos normal. Y como podeis intuir, la sensación al ver esto, al estar ahi dentro comprando y gastando dinero,  fue de cierta satisfacción, de tranquilidad. La gente de esta zona estaba despreocupada, disfrutando de sus vidas, regalándose algún capricho. Por fin, estábamos en igualdad de condiciones y podías pasear y mirar a tu alrededor sin sentirte culpable.   




Y cuando te vas a dormir después de un día así la cabeza da mil vueltas, y no paras de pensar, de visualizar en tu mente ambas situaciones, ambos escenarios, y es inevitable comparar, analizar las diferentes sensaciones. ¿cómo es posible que ocurra todo en el mismo espacio-tiempo?¿cómo pueden convivir en paz?¿como asumen y aceptan tanta desigualdad? ¿cómo puede un país con semejante desequilibrio ser un BRIC?¿cómo va a ser la India una de las próximas superpotencias mundiales si no se respetan los derechos humanos básico? Ya veis, en direcciones opuestas, realidades distintas, pero ambas tan verdaderas como tú y como yo.

sábado, 14 de enero de 2012

palabras primerizas



¿Por qué es tan difícil siempre empezar? La primera vez de muchas cosas parece convertirse en un acto odioso: el primer café, el primer cigarro, el primer polvo, la primera cerveza, la primera exposición en público, el primer te quiero, el primer post… Al principio tienes una sensación total de rechazo, crees que nunca te va a gustar, que nunca te va a salir bien, que nunca va a convertirse en algo cotidiano. Pero luego, con el tiempo, todo eso cambia y se convierte en algo maravilloso, algo que disfrutas, algo que sientes. Nuestras mentes obtusas rechazan lo nuevo, lo distinto y lo complicado…menuda idiotez ¿no? Si precisamente es en todas esas cosas extrañas e insólitas dónde se esconde lo mejor, sólo hay que buscar un poco.

Empiezo con esta reflexión porque es mi primera vez en
Delhi, y así es como me siento ahora que empiezo a vivir aquí (y así es cómo espero sentirme dentro de un tiempo). Veréis, no es que no me guste esta ciudad… lo que pasa es que ahora mismo las calles abarrotadas de gente, los pitidos constantes de los coches, los niños descalzos que recogen tierra para las obras, el agua fría, los malos olores, el idioma, y las especias extra-picantes en todas las comidas no me dejan ver más allá. Intento adecuarme a todo este caos que me envuelve, siempre me he considerado una persona de lo más versátil, me adapto bien a cualquier circunstancia que se presente, pero esto me esta resultando bastante difícil. No es cómodo vivir aquí. Todo el mundo te habla, te toca, te pide… es muy impactante. Supongo que esta sensación se incrementa en mi porque pensaba que iba a estar instalada en la zona nueva de Delhi, en un lugar más occidental, y mi disparatada imaginación se habia hecho un mapa mental que dista mucho de la realidad. Y además nunca antes había viajado a un país parecido. He tenido la suerte de visitar Francia, Londres, Holanda…lugares agradables, bonitos, “fáciles” por decirlo de alguna manera. Pero esto es totalmente distinto, el atractivo aquí esta en otras cosas.

Nueva Delhi es una ciudad de contrastes, ya lo había leido antes de venir pero ahora puedo dar fe, y es que encuentras la disparidad en cada rincón: en mi habitación tengo internet pero no una ducha decente con agua caliente; un hospital privado dónde realizan tratamientos millonarios tiene apariencia de motel de carretera (es frio, cutre, y ruinoso…en primera instancia no inspira nada de confianza, pero el personal es muy amable y atento y eso se agradece mucho); en la puerta de una tienda de trajes a medida de lujo para hombres un niño descalzo pica piedra en la puerta; un hombre sije con su turbante en la cabeza saca de su vestimenta un pepino de Smartphone; mientras los perros vagan por las calles y se mueren de hambre al sol sin que nadie les haga caso, los elefantes son tratados como semi-dioses… esto último (lo de los elefantes) es lo único que no he visto en directo, pero el resto de cosas sí. Muy radical todo, difícil de asimilar. Viven a caballo entre la pobreza y la riqueza, entre la tradición y la modernidad.

Y después de lo que he visto os intento contar cómo me siento. Esto es más difícil compartirlo, pero quiero hacerlo. Esta aventura que comenzó el 28 de septiembre del 2011 esta en marcha, y la gran pelota de incertidumbres que me invadía desde entonces empieza a desvanecerse. Ahora esta todo más claro…me he dejado en casa las dudas y los miedos, y ahora la ilusión y la esperanza superan cualquier sistema métrico posible. Dani esta animado, con ganas, con fuerza. Es un espartano, un luchador nato y un cabezón (eso lo aprendió de la mamá). Así que desde el minuto cero esta haciendo todo lo que le piden. No paran de zarandearlo, de hacerle pruebas, de hacerle firmar papeles, de traspasarlo de la silla a la camilla, al coche, a la cama…en las sesiones de rehabilitación le mueven las piernas, y luego trabajan las manos. Y dos veces al día le pinchan con las células en distintas partes del cuerpo. ¡Bien completito! toca trabajar que es a lo que hemos venido… y yo feliz de poder verlo cada día.


Por ahora, esto es todo mi gente. Aquí me despedido hasta nuevo post. Espero que os guste leer “puroDelhirio”, para mi es un disfrute poder contarlo.






Love.