martes, 17 de enero de 2012

multiverso


¿Alguien ha oído hablar de la teoría del multiverso? Se trata de una hipótesis que habla acerca de la existencia de realidades diferentes, de universos paralelos. En un día paseando por las calles más auténticas de Delhi he podido corroborar que aquí ,en la India, coexisten multitud de realidades interdependientes.

El domingo, mi madre y yo, seguimos explorando la zona, abriéndonos nuevos caminos, descubriendo más cosas inéditas en este sorprendente lugar. La calle de referencia para esta historia, y puede que para otras, es Green Park. No tiene ese nombre exactamente pero la parada de metro que hay ahí si se llama así, entonces por extensión la bautizamos de esta forma. Es la calle más activa que tenemos cerca del hospital. Es una avenida grande que alberga carriles en las dos direcciones. En un lado y en otro hay comercios de toda clase: farmacias, ferreterías, estancos, tiendas de alimentación, ropa, electrodomésticos, puestos de fruta, verduras, frutos secos…¡incluso hay un local dónde venden matriculas y chapas! Que alegría me dio descubrirlas, una más para la colección J
En la mayoría de estos establecimientos los precios están establecidos, lo que supone una gran ventaja porque no hay que estar regateando. De hecho, todavía no he ido a comprar mangos al puestecito para que no me timen, porque no termino de controlar bien ni las rupias ni el inglés (pero pronto lo conseguiré y os lo contaré, pediré en un correctísimo inglés unos delhiciosos mangos por un precio justo). Son sitios muy pequeños, viejos y ruinosos (aquí nadie cuida las apariencias) y están abarrotados de productos, muchos de ellos caducados por cierto, y hay una media de 5 hombres dentro atendiendo, vigilando o pasando el rato simplemente, lo que limita todavía más el espacio. Toda fachada que no este rota es susceptible de convertirse en soporte publicitario. Aquí todo esta masificado (las estanterías llenas productos, las tiendas llenas de personas, las calles llenas obstáculos, las carreteras llenísimas de vehiculos...). Las aceras, por llamarlas de alguna forma, están reventadas, y andar por ellas se convierte en toda una hazaña en la que hay que esquivar todas las enormes piedras del suelo, los productos que no caben en las tiendas y están fuera, los cientos de transeúntes en todas direcciones, los coches mal aparcados y los pesados conductores de los “tuc-tuc” que se acercan hasta la acera para preguntar si te llevan algún lado. Y como estamos en la calle, al aire libre, de fondo siempre la misma sintonía, los irritantes pitidos de los coches.

Si recorres la calle hasta el final te encuentras con una bifurcación. Puedes elegir dos caminos en los que te encontrarás con dos mundos paralelos, con dos realidades totalmente contrapuestas.

Por la mañana elegimos el camino A, giramos a la izquierda sin saber que nos íbamos a encontrar. El panorama fue desolador. Nunca, jamás, he visto tanta pobreza junta. Mientras andábamos nos cruzamos con cientos de niños, jóvenes y adultos (ancianos no, porque no llegan a esa edad) sin nada que hacer, sin nada que comer, sin ningún futuro. Estaban reunidos en pequeños grupos, alrededor de una fogata, con sus mantas raídas y sus bártulos, compartiendo lo único que tienen, su tiempo. Se masifican en esa zona porque cerca hay un hospital y una especie de comedor social, pero ni siquiera parecían desesperados por llevarse algo a la boca, sólo estaban ahí sentados, intentando mitigar su miseria. El ambiente era insano, totalmente antihigiénico, estaban rodeados de su propia basura y el olor era muy fuerte (en verano todavía se tienen agravar más la situación por el fuerte calor). Andamos casi una hora viendo el mismo paisaje, sin saber dónde ni cuándo iba a terminar la sensación de angustia por ver aquello. No teníamos palabras, no podíamos hablarnos entre nosotras, sólo andábamos hacia delante porqué sabíamos que nuestros pasos nos sacarían de allí pero esa pobre gente desdichada que dejábamos atrás se quedaba ahí, sin más. Sin más futuro, sin más esperanza, sin más destino que ese. Ver lo que ahora estoy contando, fue como una enorme y repentina hostia en la cara. De las que no te esperas, de las que te dejan sin aliento. Un golpe que me hizo temblar, sacudió mis principios ,mis valores e incluso sentí un extraño dolor.

Al llegar a una zona conocida, cerca ya del hospital, me abrace a mi madre, no hay nada más reconfortante, y ya pudimos intercambiar algunas palabras. Sinceramente, durante el camino sentimos miedo, la gente que esta desesperada es capaz de cualquier cosa, pero lo cierto es que nadie nos pidió ni dinero, ni comida, ni agua, ni nada. Nadie nos persiguió, ni nos acosó. Nadie nos incomodó, excepto la situación en sí. Sólo nos miraban con la dignidad que les quedaba a través de 
sus pfrofundos ojos negros. Esa pobre gente vive resignada con su situación miserable. Y el resto, acepta con demasiada normalidad esta horrorosa realidad social.

Cuando volví a ver la agitada calle de Green Park no sentí el agobio de otras veces por estar rodeada de esas tienduchas pequeñas, viejas y ruinosas. Lo que note al volver allí fue VIDA, porque entre tanto movimiento, tanto ajetreo, tanta actividad, hay esperanza, hay algo por lo que luchar. Se puede vivir, o sobrevivir.

Ese mismo día por la tarde, aún con el ánimo un poco trastocado, decidimos ir en busca de un McDonald´s para cenar (por variar un poco del típico arroz, y el típico pollo de todos los días). Para llegar allí había que coger el camino B, girar a la derecha después de atravesar Green Park. Cuando nos pusimos a andar, por lo menos 30 minutos de camino, tampoco sabíamos dónde iríamos a parar, ni si quiera teníamos la certeza de que existiera tal establecimiento, puede que todo fuera una broma macabra de Google Maps. Pero no, allí estaba, justo dónde nos había indicado. Y dónde hay un McDonald’s hay capitalismo en estado puro, algo que todavía no habíamos visto aquí. De repente, luces, coches semi-nuevos, ajetreo, música, un ambiente agradable…todos los ingredientes necesarios para dinamizar el consumo. El acceso al mini-mundo occidental estaba restringido. Digamos que el “centro comercial” lo delimitaba un cordón de seguridad amarillo de plástico, unos cuantos seguratas, y unos detectores de metales que eran puro atrezzo. Total que mientras gastas dinero en las tiendas de grandes marcas como Nike, Tommy Hilfiger, Batta, Adidas o Jack and Jones puedes asomarte a la calle contigua, que queda fuera ya del cordón de seguridad, y ver los mismos edificios viejos y ruinosos del resto de la ciudad, o puedes observar a la gente más humilde en la parada del autobús. No profundizo más en esta descripción puesto que esta realidad de la que os hablo  es más que conocida para todos, es vuestro día a día, es el ambiente que en nuestras mentes occidentales consideramos normal. Y como podeis intuir, la sensación al ver esto, al estar ahi dentro comprando y gastando dinero,  fue de cierta satisfacción, de tranquilidad. La gente de esta zona estaba despreocupada, disfrutando de sus vidas, regalándose algún capricho. Por fin, estábamos en igualdad de condiciones y podías pasear y mirar a tu alrededor sin sentirte culpable.   




Y cuando te vas a dormir después de un día así la cabeza da mil vueltas, y no paras de pensar, de visualizar en tu mente ambas situaciones, ambos escenarios, y es inevitable comparar, analizar las diferentes sensaciones. ¿cómo es posible que ocurra todo en el mismo espacio-tiempo?¿cómo pueden convivir en paz?¿como asumen y aceptan tanta desigualdad? ¿cómo puede un país con semejante desequilibrio ser un BRIC?¿cómo va a ser la India una de las próximas superpotencias mundiales si no se respetan los derechos humanos básico? Ya veis, en direcciones opuestas, realidades distintas, pero ambas tan verdaderas como tú y como yo.

1 comentario:

  1. Seran muy duras las cosas que veas, alli romperas muchas creencias in-natas que has recibido en tu educacion occidental y familiar, y como bien has dicho vivimos un multiverso. Me encanta tu manera de redactar, pero me chifla poder conectar con tus emociones..!! Mua...!!!

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