sábado, 7 de abril de 2012

Nunca digas nunca...


Tengo muchísimas ganas de volver, de estar en mi Dama, de daros un abrazo, de comerme una tortilla de patatas, de pelarme con Otto, de ir a la universidad, de conducir mi coche, de oler la playa y pisar la arena, de ver crecer a los niños, de tumbarme en mi cama, de beberme una cerveza fría y pinchar unos berberechos con mucho limón, de estar con mis amigas, de hablar y que me entiendan a la primera, de estar en familia, de tomarme un café calentito de esos que acompañan conversaciones eternas, de coger la bici, de llegar tarde a los sitios, de ver una peli en el sofá y comer palomitas de mantequilla sin parar, de escuchar el silencio, de pasear por el centro de Alicante, de un típico domingo, de una paella de mi tío, de dormir más de 5 horas seguidas, de una timba de las buenas, de ponerme unos tacones, de tomarme un baño largo con espuma, de hacer planes…

Esto empieza a tener sabor a despedida, no puedo creerlo, pronto podré tachar cosas de esta interminable lista. Estoy emocionada, nerviosa, ansiosa porque lleguen todos esos momentos. Estoy impaciente por retomar mi vida pero entre tanto queda la espera. El tiempo se detiene, las horas se juntan unas con otras, y no es aburrimiento (no siempre). A miles de kilómetros uno tiene que educarse en el arte de sentirse aun sin planes. Aprender a contemplar, a esperar, a vivir el tiempo sin actividades. La cuestión es saber ser y estar, sin hacer. Tanto sosiego nos viene porque el tratamiento de Dani ha llegado oficialmente a su fin, ya tiene en su cuerpo todas esas células trabajando y en los próximos nueve meses continuarán creciendo y regenerando partes dañadas. La doctora dice que esta “embarazo” y deberá cuidarse como tal, además de continuar haciendo ejercicios en el fisio para no perder la buena forma física que aquí ha conseguido. A simple vista no hay cambios evidentes, espero que el tiempo, la constancia y el esfuerzo nos dejen ver mucho más. Pero no nos vamos con las manos vacías ni mucho menos. Todo lo que hemos visto, aprendido, y vivido en estos tres meses nos ayudará para emprender una nueva etapa enfocada al progreso y a conseguir un aumento notable en su calidad de vida, y por lo tanto también en la nuestra.

Ahora me entretengo preparando nuestro regreso. Hay que empezar a recogerse y mientras hago las maletas voy guardando con cuidado mil recuerdos. Los ordeno, los revivo, sonrío y los encierro en algún un lugar dentro de mi, dónde nadie los pueda ver, dónde nadie los pueda destruir. Buenos o malos, son míos, propios e intransferibles, y han convertido este viaje que ya termina en una experiencia inolvidable. Cierro una cremallera por última vez, suspiro y lloro; llevaba un tiempo sin hacerlo, desde la última despedida para ser exactos. No puedo evitarlo, cada adiós me parece definitivo. Se esconde tras él la sensación de que nunca, jamás, volverá a repetirse ese momento o veré de nuevo a esa persona o retomaré las mismas sensaciones que dejo atrás y eso me produce una extraña y angustiosa sensación que siempre se transforma en lágrimas. No puedo reprimirme, es incontrolable. Cuando pienso que algo termina, por mucho que lo este deseando, se me hace un nudo imposible en la garganta, y no es tristeza lo que lo provoca, es un enorme sentimiento de vacío que no sé llenar con nada. Me resulta difícil acabar, poner el punto y final creo que es lo que realmente me aterra. ¿Por qué cerrar algo para siempre?, ¿y si tengo más que escribir?, ¿y si quiero continuar con la misma historia en otro momento de mi vida?

En cada viaje que emprendo y en cada relación que empiezo me persigue ese último momento. Me entrego tanto, me llegan tan adentro, que luego no se cómo dejarlos salir. Procuro no atormentarme con eso y siempre dejo una puerta abierta al quizás, para calmar mi propio ánimo, pero se bien por experiencia que el tiempo acaba cerrándola. Con el corazón caliente se dice “el año que viene volveremos” o “vamos a vernos de nuevo, te lo prometo” pero esas palabras desaparecen con la misma facilidad que se dicen. El viento frío se las lleva igual que a las ganas o el entusiasmo por repetir y solo permanece vivo lo que consigues retener en la memoria. Es por eso que ahora me alegro tanto de haber escrito purodelhirio, porque no me dejará olvidar, porque dentro de un tiempo lo leeré y me ayudará a evocar muchas situaciones, emociones, inquietudes y reflexiones que ya formarán parte del pasado, pero gracias a esto volverán al presente. Cada vez que las recuerde serán eso, un presente, un maravilloso regalo para mis sentidos. Ahora me alegro de haber invertido tanto tiempo y esfuerzo en este blog que empezó como forma de compartir mis vivencias, luego paso a cumplir funciones de autoterapia y ha terminado convirtiéndose en una prodigiosa obligación hacia para vosotros. Ahora me alegro mucho, muchísimo, del empeño que he puesto en “tangibilizar” de alguna forma mis pensamientos, convertirlos así en inmortales.

En apenas cinco días me voy de la India. Dejo atrás este retrógrado y neolítico país y vuelvo a España, a casa, a mi país de traca y pandereta que hoy aprecio mucho más. Siento una mayor consideración por los valores occidentales, por la cultura humanista, por los pequeños detalles que hacen nuestra vida relativamente fácil, agradable y próspera. No voy a sentir nostalgia, ni pena, ni miraré atrás. He exprimido esta experiencia todo lo que he podido o he sabido. Abandono lo que durante unos meses ha sido mi casa, mi aventura, mi jaula, mi pesadilla y mi esperanza. Y quién sabe, quizás algún día volveré…

Gracias a todos los que habéis formado parte de este viaje. Gracias por la ayuda en términos económicos y de logística que nos han permitido acercarnos a este sueño. Gracias por el cariño y el apoyo que nos han permitido mantenernos en él. Y como no, gracias también a todos los que han delhirado conmigo, ha sido todo un placer abrir vuestras mentes y tocar vuestros corazones. Volveremos a leernos.

Ahora si que si. Hasta muy pronto, mi gente.

1 comentario:

  1. No ha habido un solo post que no me haya hecho llorar. Te quiero mucho.

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