lunes, 30 de enero de 2012

Indian rulers


 La RAE define la costumbre cómo: Hábito, modo habitual de obrar o proceder establecido por tradición o por la repetición de los mismos actos y que puede llegar a adquirir fuerza de precepto.

Cada país tiene una serie de cualidades y aspectos que lo distinguen del resto. Hay una forma común de actuar, cosas que se consideran cotidianas y conforman el auténtico día a día. Muchas de ellas se explican en las guías turísticas. A poco que busques información sobre la India podrás encontrar referencias sobre los saris (una prenda femenina considerada como símbolo nacional), el bindi (esos puntitos que adornan la frente de las mujeres y que simbolizan el sexto chakra , "la sabiduria oculta") o la particular forma que tienen aquí de decir que “si” (aunque tienen palabras para afirmar, ellos acostumbran ha hacer un movimiento de la cabeza muy parecido a nuestro “no”). 

Nosotros todavía no hemos visitado ninguno de los sitios turísticos que se aconsejan, no hemos visto las grandes maravillas mundialmente conocidas que este país alberga, pero lo que sí hemos hecho durante estos largos e intensos dieciocho días es vivir en la India. Voy ha haceros un disparatado símil alicantino para situaros en nuestro mapa: Digamos que nuestra zona es “Carolinas”, un auténtico y mítico barrio de trabajadores situado al sur de la ciudad; si andamos un poco por los alrededores llegamos a “Ciudad Jardín”, un barrio colindante dónde hay pequeños chalets, unos mejor conservados que otros, con sus verjas, sus macetas y sus vehículos aparcados en la puerta; para descubrir los encantos más representativos de la ciudad tenemos que subir al centro. Residir en este remoto punto de Delhi me ha permitido conocer otras tantas costumbres que no vienen escritas en ningún lado, esas "cosetes" que se van aprendiendo sobre la marcha. Aquí os escribo algunas curiosidelhidades:

-Es muy frecuente ver a multitud de hombres desempeñando la misma función. Ayer, mientras limpiaban las escaleras del exterior del hospital, pude contar hasta 7 tíos agachados en el suelo sacándole brillo al mismo metro cuadrado, más uno que les traía café, más otro que sólo miraba. La mano de obra, cualificada y no, abunda; es indiscutible que las masas de jóvenes, de población activa, es uno de sus mayores valores. 

- Hay montones de cruces svastikas por todas partes. He tenido que buscar qué significado tienen porque la primera asociación que hacia mi mente era con el nazismo, lo cual no tenía sentido. Las svastikas de aquí simbolizan la reencarnación perpetua. Hitler la tomó prestada y le invirtió la posición de los brazos.

-En Delhi no hay aceras, están todas rotas o a medio hacer. En el caso de que haya alguna terminada te encuentras montañas de arena o de ladrillos que pertenecen a alguna obra cercana e imposibilitan el paso. Una acera también es susceptible de convertirse en carril de doble sentido para las motos o en parking de coches. Así pues, lo más seguro es andar por la carretera como hacen los nativos, y si molestas ya te pitarán.

-Quién no trabaja es porque no quiere. Ante las impetuosas necesidades los indios agudizan el ingenio y cualquier propiedad puede servir para montarse un negocio propio. Si tienes una plancha de carbón del siglo pasado y consigues una superficie lisa, te conviertes ipso facto en el planchador del barrio. Como se trata de optimizar los recursos, te pones cerca de un árbol con grandes ramificaciones y así ya tienes perchas. Si tienes una bici puedes llenarla de trastos y ser vendedor ambulante o en su defecto, ser transportista. Si tienes unas tijeras, un espejo y una silla… ¡listo! ya puedes ser el peluquero de cabecera para muchos hombres (de mujeres no, puesto que valoran demasiado sus largas y negras melenas). Si tienes un hinchador de ruedas, y un poco de maña, te plantas en una esquina concurrida y sólo tienes que esperar; en este caso el éxito esta asegurado porque el mal estado de las carreteras y de las aceras (me remito al punto anterior) garantizan la clientela. 
* Quiero hacer mención especial al “señor de uniforme que te abre la puerta”, un oficio de lo más frecuente por estos lares. Los hay en tooodas partes, y su principal función es la de saludarte, invitarte a entrar, aguantarte la puerta y después despedirte amablemente. Un detalle por su parte.

- Hay hipercontaminación acústica y ambiental. El aire esta sucio, hay una neblina de polvo negra estancanda, consecuencia de las cantidades ingentes de vehículos que circulan cada día. Las calles no tienen paeleras, y demasiado limpias están, pero lo que si que puedes encontar son pequeños vertederos localizados en algunos puntos concretos que...¡Dios! desprenden un olor nauseabundo. Pero especialmente es el silencio lo que brilla por su ausencia en cualquier punto de la ciudad. Es imposible que no haya ruido de fondo en cada momento: los pitidos de los coches, las múltiples obras, las músicas imposibles saliendo de las tiendas, perros ladrando, o simplemente las miles y miles de personas que hay por todas las calles …

-Existe un gran orgullo de ser indio. Algo que se palpa en cada instante, en cada calle, en cada mercado, más allá de la diversidad étnica y religiosa. Las tirangas (nombre con el que se conoce a la bandera por sus 3 rayas horizontales), las pegatinas o las pintadas en los coches anuncian un profundo patriotismo.

-En cuanto a la comida, qué decir… que aquí lo que no tenga algún tipo de especie, por mínima que sea, deben de pensar que no es un plato digno. Se trata de una cocina elaborada, colorida, compleja, especiada y sobretodo muy picante. Los pimientos verdes, amarillos y rojos quedan preciosos en las ensaladas pero a mi no me saben tan bien. Se hace imposible conseguir una buena cerveza fría para paliar el aderezado de las comidas, así que la mejor solución es el agua, eso si, con dos premisas: mínimo dos litros, para apagar los ardores; y que sea mineral por supuesto, para minimizar riesgos innecesarios.

-Mucho ojo a la hora de abrir las botellas de agua mineral. Están llenas hasta el mismísimo borde, lo que inevitablemente ,en unas manos resbaladizas como las mías, conduce a empaparse la camiseta o en el mejor de los casos a derramarla en el suelo. Este consejo ahorra muchos lamparones.

-Los indios son muy curiosos, dirigen sus penetrantes y enormes ojos negros a todo cuanto se mueve a su alrededor. Es gente muy comunicativa, les encanta reunirse en plena calle, observar y hablar. También suelen aglutinarse en torno a puestos ambulantes de frutos secos para pasar el rato. Eso sí, estas simpáticas reuniones al aire libre son "only for men", las mujeres, como para tantas otras cosas, quedan recluidas. 

-Estampan todo con sellos personalizados. Muy importante la mecánica de las grandes tiendas y  típicos “super”. Te pasan todos tus productos y  te dan tu correspondiente ticket de la compra, con él debes ir a otro mostrador contiguo (o no), pagar, y que te lo sellen. Después ya puedes ir a recoger tu bolsa. Sería útil si te pidieran el ticket sellado antes de recoger la bolsa pero ese paso deciden saltárselo.

-Hay controladores de metal a la entrada de todos los grandes almacenes, y muchos otros lugares públicos, como templos e incluso algunos mercados al aire libre, pero nadie se preocupa si algo suena.

- Es complicado ver una cola de gente. Tú llegas, pides y te vas; si te hacen esperar porque  están atendiendo a otro, pues te pones pesado e insistes. Aquí todo el mundo intenta colarse; la técnica es la de amontonarse en el mostrador o en la ventilla hasta que te hagan caso. Curiosamente aquí no se aplican a la expresión en “fila india”.

-Los autobuses raramente paran totalmente para que los pasajeros se suban o bajen, a no ser que haya personas mayores o mujeres. La gente se baja y sube con el vehículo en marcha. No suelen llevar puertas y, si las tienen, van siempre abiertas.

-El deporte rey, y casi único, es el Criquet, otro legado de los ingleses.

-Los indios son unos genios a la hora de aprovechar el espacio de los vehículos. Me río de los “trichoped” de nuestra juventud.  Aquí es habitual ver a tres, a cuatro o incluso a cinco personas en la misma moto, convirtiéndola así en un vehículo familiar. Si algún precavido lleva casco (por sensatez, no por las multas desde luego) siempre es el que conduce.

-Una de sus pasiones: las macetas. No pequeños jardincitos elaborados, no. Grandes maceteros pintados de colores alegres y vastas plantas adornan las entradas de hogares y establecimientos, por ruinosos o viejos que estos sean.





This is India!

Informando a 9866 km de distancia, vuestra Marina.

domingo, 22 de enero de 2012

Mediworld


Odio los hospitales ¿tú no? Los detesto, me agobian, me ponen nerviosa, me alteran, me quitan la paz. Lo cierto es que las grandes mujeres de mi vida trabajan en alguno de ellos haciendo su pequeña gran labor ahí dentro, salvando a la humanidad, mejorando la estancia de los pacientes, alargando sus vidas, o aportando eso de lo que muchas veces carecen estos centros pese a su nombre, la hospitalidad. Pero es que ese olor me perturba, me incomoda. Cuando estoy en uno sólo puedo fijarme en las caras de los familiares y puedo sentir su cansancio, su agotamiento, su sufrimiento, su dolor…

Durante los próximos tres meses prácticamente viviré en uno, Nutech Mediworld, así se llama. Pero este es especial, es diferente al resto de hospitales en los que he estado y desde luego no se puede comparar con ningún otro sitio de los que he podido ver en Delhi. Aunque el edificio en sí ya recoge la esencia del país, puro contraste. La fachada tiene un diseño muy estético, es toda de cristal, un signo de modernidad arquitectónica. Tiene un aspecto nuevo y vanguardista, sobretodo si lo comparas con el entorno, pero cuando entras la opulencia se queda en la puerta preparada para encandilar a su próxima víctima, y da paso a la sencillez. El edificio se nota que está reformado, de hecho no paran de hacer pequeñas chapuzas por todos lados, como diría mi Jordanet “ se pasan el día martillando”. La decoración es sencilla, algo sobria, pero conforme pasa el tiempo resulta un espacio más acogedor. Lo tienen todo impoluto. No es un hospital al uso, para que os hagáis una idea, más bien parece un hotel de dos estrellas. Las habitaciones mantienen esta misma línea, debe haber como unas 20, divididas en tres plantas, y se quedan un poco pequeñas para albergar a tres personas, la silla de ruedas, los odenadores, mil cargadores, las dos maletas (size XL) y demás enseres.

Todo el personal del hospital es joven, se respira un ambiente vivaracho. Como la mayoría de la población son bilingües; entre ellos hablan el hindi (es uno de los idiomas con carácter oficial aquí, y según dicen se deriva del sánscrito, la lengua más antigua del mundo) pero para dirigirse a los pacientes siempre hablan un correcto y simplificado inglés. Las enfermeras no parecen indias, tienen más bien rasgos asiáticos. No sabría deciros la nacionalidad exacta porque me parecen todas iguales. Da la impresión de que permanentemente están de guardia la misma pareja de muchachas, siempre atentas y alegres. Van uniformadas con un pijama lila, y se estila mucho entre ellas, llevar chanclas de dedo con calcetines…¡ché! ¡una cosa incomodísima!. También hay servicio de habitaciones para cuando lo desees, y curiosamente todos los que vienen a limpiar son hombres. Cuando barren utilizan una escoba tipo pluma de avestruz de palo corto. Hay que joderse, para un invento bueno que tenemos los españoles, como es nuestra cómoda escoba de palo largo y ¡no la usan!.  En general, quiero realzar el trabajo que hacen todos aquí, son unos currantes. Se les ve a gusto desempañando su labor, parecen contentos, relajados, implicándose en cada acción. Son muy puntuales (tantísimo como mi madre para que os hagáis una idea), no pierden ni un minuto, y sobresalen (aquí sí) por su hospitalidad, se preocupan un montón por los pacientes y sus familias. Están siempre muy atentos y dispuestos a facilitarte las cosas, desde el primero hasta el último. Y si hay un gran tesoro en este país, algo que de verdad me encanta, es
la espiritualidad de sus gentes que se hace carne en sonrisas francas, puras, inocentes, generosas y bien blancas.


Sólo hay un despacho en el hospital, situado en la planta baja, que le corresponde a la Doctora Getta Shroff. Aquí la consideramos una semidiosa ya que pretende milagros. Quedaros con su nombre porque lo que no tiene cura en nuestra avanzada, ordenada y cuadriculada Europa, en este desequilibrado y desastroso país, en concreto en el Nutech Mediworld, esta mujer de unos cuarenta y pocos años, cercana y sencilla, lo esta consiguiendo.

En el hospital hay bastante ajetreo, especialmente por la mañanas, continuamente viene gente de fuera para someterse a diferentes tratamientos puesto que se asisten numerosas enfermedades como las parálisis cerebrales, las cegueras o las lesiones medulares; a cada paciente se le aplica un tratamiento específico y especializado. El horario de trabajo es lunes a sábado por la mañana. En total suman unas 14 horas de rehabilitación a la semana y 3 de terapia ocupacional. Esto es un intensivo, aquí se trabaja con esperanza y de una forma impetuosa, como de debe ser. Tienen un cometido: cada paciente debe irse de aquí mejor de lo que entró (supongo que es el compromiso que adquieren después del dineral que entra en el centro, pero aún así se agradece porque se crea una agradable atmósfera de ilusión y confianza). Además le pinchan 2 veces al día, incluso a veces cae alguno más, mañana y tarde, en diferentes partes del cuerpo, los siete días de las semana.

Si le funciona a Dani, como estamos viendo que le funciona a otros, será un milagro maravilloso. Me pongo nerviosa sólo de pensar que es posible que algún día pueda escribir un post para contaros que ha habido una pequeña evolución o mejoría. Pero mi gente, acabamos de empezar, queda mucho camino por andar.

Que vuestras mentes sigan optimistas y vuestros corazones alegres.

martes, 17 de enero de 2012

multiverso


¿Alguien ha oído hablar de la teoría del multiverso? Se trata de una hipótesis que habla acerca de la existencia de realidades diferentes, de universos paralelos. En un día paseando por las calles más auténticas de Delhi he podido corroborar que aquí ,en la India, coexisten multitud de realidades interdependientes.

El domingo, mi madre y yo, seguimos explorando la zona, abriéndonos nuevos caminos, descubriendo más cosas inéditas en este sorprendente lugar. La calle de referencia para esta historia, y puede que para otras, es Green Park. No tiene ese nombre exactamente pero la parada de metro que hay ahí si se llama así, entonces por extensión la bautizamos de esta forma. Es la calle más activa que tenemos cerca del hospital. Es una avenida grande que alberga carriles en las dos direcciones. En un lado y en otro hay comercios de toda clase: farmacias, ferreterías, estancos, tiendas de alimentación, ropa, electrodomésticos, puestos de fruta, verduras, frutos secos…¡incluso hay un local dónde venden matriculas y chapas! Que alegría me dio descubrirlas, una más para la colección J
En la mayoría de estos establecimientos los precios están establecidos, lo que supone una gran ventaja porque no hay que estar regateando. De hecho, todavía no he ido a comprar mangos al puestecito para que no me timen, porque no termino de controlar bien ni las rupias ni el inglés (pero pronto lo conseguiré y os lo contaré, pediré en un correctísimo inglés unos delhiciosos mangos por un precio justo). Son sitios muy pequeños, viejos y ruinosos (aquí nadie cuida las apariencias) y están abarrotados de productos, muchos de ellos caducados por cierto, y hay una media de 5 hombres dentro atendiendo, vigilando o pasando el rato simplemente, lo que limita todavía más el espacio. Toda fachada que no este rota es susceptible de convertirse en soporte publicitario. Aquí todo esta masificado (las estanterías llenas productos, las tiendas llenas de personas, las calles llenas obstáculos, las carreteras llenísimas de vehiculos...). Las aceras, por llamarlas de alguna forma, están reventadas, y andar por ellas se convierte en toda una hazaña en la que hay que esquivar todas las enormes piedras del suelo, los productos que no caben en las tiendas y están fuera, los cientos de transeúntes en todas direcciones, los coches mal aparcados y los pesados conductores de los “tuc-tuc” que se acercan hasta la acera para preguntar si te llevan algún lado. Y como estamos en la calle, al aire libre, de fondo siempre la misma sintonía, los irritantes pitidos de los coches.

Si recorres la calle hasta el final te encuentras con una bifurcación. Puedes elegir dos caminos en los que te encontrarás con dos mundos paralelos, con dos realidades totalmente contrapuestas.

Por la mañana elegimos el camino A, giramos a la izquierda sin saber que nos íbamos a encontrar. El panorama fue desolador. Nunca, jamás, he visto tanta pobreza junta. Mientras andábamos nos cruzamos con cientos de niños, jóvenes y adultos (ancianos no, porque no llegan a esa edad) sin nada que hacer, sin nada que comer, sin ningún futuro. Estaban reunidos en pequeños grupos, alrededor de una fogata, con sus mantas raídas y sus bártulos, compartiendo lo único que tienen, su tiempo. Se masifican en esa zona porque cerca hay un hospital y una especie de comedor social, pero ni siquiera parecían desesperados por llevarse algo a la boca, sólo estaban ahí sentados, intentando mitigar su miseria. El ambiente era insano, totalmente antihigiénico, estaban rodeados de su propia basura y el olor era muy fuerte (en verano todavía se tienen agravar más la situación por el fuerte calor). Andamos casi una hora viendo el mismo paisaje, sin saber dónde ni cuándo iba a terminar la sensación de angustia por ver aquello. No teníamos palabras, no podíamos hablarnos entre nosotras, sólo andábamos hacia delante porqué sabíamos que nuestros pasos nos sacarían de allí pero esa pobre gente desdichada que dejábamos atrás se quedaba ahí, sin más. Sin más futuro, sin más esperanza, sin más destino que ese. Ver lo que ahora estoy contando, fue como una enorme y repentina hostia en la cara. De las que no te esperas, de las que te dejan sin aliento. Un golpe que me hizo temblar, sacudió mis principios ,mis valores e incluso sentí un extraño dolor.

Al llegar a una zona conocida, cerca ya del hospital, me abrace a mi madre, no hay nada más reconfortante, y ya pudimos intercambiar algunas palabras. Sinceramente, durante el camino sentimos miedo, la gente que esta desesperada es capaz de cualquier cosa, pero lo cierto es que nadie nos pidió ni dinero, ni comida, ni agua, ni nada. Nadie nos persiguió, ni nos acosó. Nadie nos incomodó, excepto la situación en sí. Sólo nos miraban con la dignidad que les quedaba a través de 
sus pfrofundos ojos negros. Esa pobre gente vive resignada con su situación miserable. Y el resto, acepta con demasiada normalidad esta horrorosa realidad social.

Cuando volví a ver la agitada calle de Green Park no sentí el agobio de otras veces por estar rodeada de esas tienduchas pequeñas, viejas y ruinosas. Lo que note al volver allí fue VIDA, porque entre tanto movimiento, tanto ajetreo, tanta actividad, hay esperanza, hay algo por lo que luchar. Se puede vivir, o sobrevivir.

Ese mismo día por la tarde, aún con el ánimo un poco trastocado, decidimos ir en busca de un McDonald´s para cenar (por variar un poco del típico arroz, y el típico pollo de todos los días). Para llegar allí había que coger el camino B, girar a la derecha después de atravesar Green Park. Cuando nos pusimos a andar, por lo menos 30 minutos de camino, tampoco sabíamos dónde iríamos a parar, ni si quiera teníamos la certeza de que existiera tal establecimiento, puede que todo fuera una broma macabra de Google Maps. Pero no, allí estaba, justo dónde nos había indicado. Y dónde hay un McDonald’s hay capitalismo en estado puro, algo que todavía no habíamos visto aquí. De repente, luces, coches semi-nuevos, ajetreo, música, un ambiente agradable…todos los ingredientes necesarios para dinamizar el consumo. El acceso al mini-mundo occidental estaba restringido. Digamos que el “centro comercial” lo delimitaba un cordón de seguridad amarillo de plástico, unos cuantos seguratas, y unos detectores de metales que eran puro atrezzo. Total que mientras gastas dinero en las tiendas de grandes marcas como Nike, Tommy Hilfiger, Batta, Adidas o Jack and Jones puedes asomarte a la calle contigua, que queda fuera ya del cordón de seguridad, y ver los mismos edificios viejos y ruinosos del resto de la ciudad, o puedes observar a la gente más humilde en la parada del autobús. No profundizo más en esta descripción puesto que esta realidad de la que os hablo  es más que conocida para todos, es vuestro día a día, es el ambiente que en nuestras mentes occidentales consideramos normal. Y como podeis intuir, la sensación al ver esto, al estar ahi dentro comprando y gastando dinero,  fue de cierta satisfacción, de tranquilidad. La gente de esta zona estaba despreocupada, disfrutando de sus vidas, regalándose algún capricho. Por fin, estábamos en igualdad de condiciones y podías pasear y mirar a tu alrededor sin sentirte culpable.   




Y cuando te vas a dormir después de un día así la cabeza da mil vueltas, y no paras de pensar, de visualizar en tu mente ambas situaciones, ambos escenarios, y es inevitable comparar, analizar las diferentes sensaciones. ¿cómo es posible que ocurra todo en el mismo espacio-tiempo?¿cómo pueden convivir en paz?¿como asumen y aceptan tanta desigualdad? ¿cómo puede un país con semejante desequilibrio ser un BRIC?¿cómo va a ser la India una de las próximas superpotencias mundiales si no se respetan los derechos humanos básico? Ya veis, en direcciones opuestas, realidades distintas, pero ambas tan verdaderas como tú y como yo.

sábado, 14 de enero de 2012

palabras primerizas



¿Por qué es tan difícil siempre empezar? La primera vez de muchas cosas parece convertirse en un acto odioso: el primer café, el primer cigarro, el primer polvo, la primera cerveza, la primera exposición en público, el primer te quiero, el primer post… Al principio tienes una sensación total de rechazo, crees que nunca te va a gustar, que nunca te va a salir bien, que nunca va a convertirse en algo cotidiano. Pero luego, con el tiempo, todo eso cambia y se convierte en algo maravilloso, algo que disfrutas, algo que sientes. Nuestras mentes obtusas rechazan lo nuevo, lo distinto y lo complicado…menuda idiotez ¿no? Si precisamente es en todas esas cosas extrañas e insólitas dónde se esconde lo mejor, sólo hay que buscar un poco.

Empiezo con esta reflexión porque es mi primera vez en
Delhi, y así es como me siento ahora que empiezo a vivir aquí (y así es cómo espero sentirme dentro de un tiempo). Veréis, no es que no me guste esta ciudad… lo que pasa es que ahora mismo las calles abarrotadas de gente, los pitidos constantes de los coches, los niños descalzos que recogen tierra para las obras, el agua fría, los malos olores, el idioma, y las especias extra-picantes en todas las comidas no me dejan ver más allá. Intento adecuarme a todo este caos que me envuelve, siempre me he considerado una persona de lo más versátil, me adapto bien a cualquier circunstancia que se presente, pero esto me esta resultando bastante difícil. No es cómodo vivir aquí. Todo el mundo te habla, te toca, te pide… es muy impactante. Supongo que esta sensación se incrementa en mi porque pensaba que iba a estar instalada en la zona nueva de Delhi, en un lugar más occidental, y mi disparatada imaginación se habia hecho un mapa mental que dista mucho de la realidad. Y además nunca antes había viajado a un país parecido. He tenido la suerte de visitar Francia, Londres, Holanda…lugares agradables, bonitos, “fáciles” por decirlo de alguna manera. Pero esto es totalmente distinto, el atractivo aquí esta en otras cosas.

Nueva Delhi es una ciudad de contrastes, ya lo había leido antes de venir pero ahora puedo dar fe, y es que encuentras la disparidad en cada rincón: en mi habitación tengo internet pero no una ducha decente con agua caliente; un hospital privado dónde realizan tratamientos millonarios tiene apariencia de motel de carretera (es frio, cutre, y ruinoso…en primera instancia no inspira nada de confianza, pero el personal es muy amable y atento y eso se agradece mucho); en la puerta de una tienda de trajes a medida de lujo para hombres un niño descalzo pica piedra en la puerta; un hombre sije con su turbante en la cabeza saca de su vestimenta un pepino de Smartphone; mientras los perros vagan por las calles y se mueren de hambre al sol sin que nadie les haga caso, los elefantes son tratados como semi-dioses… esto último (lo de los elefantes) es lo único que no he visto en directo, pero el resto de cosas sí. Muy radical todo, difícil de asimilar. Viven a caballo entre la pobreza y la riqueza, entre la tradición y la modernidad.

Y después de lo que he visto os intento contar cómo me siento. Esto es más difícil compartirlo, pero quiero hacerlo. Esta aventura que comenzó el 28 de septiembre del 2011 esta en marcha, y la gran pelota de incertidumbres que me invadía desde entonces empieza a desvanecerse. Ahora esta todo más claro…me he dejado en casa las dudas y los miedos, y ahora la ilusión y la esperanza superan cualquier sistema métrico posible. Dani esta animado, con ganas, con fuerza. Es un espartano, un luchador nato y un cabezón (eso lo aprendió de la mamá). Así que desde el minuto cero esta haciendo todo lo que le piden. No paran de zarandearlo, de hacerle pruebas, de hacerle firmar papeles, de traspasarlo de la silla a la camilla, al coche, a la cama…en las sesiones de rehabilitación le mueven las piernas, y luego trabajan las manos. Y dos veces al día le pinchan con las células en distintas partes del cuerpo. ¡Bien completito! toca trabajar que es a lo que hemos venido… y yo feliz de poder verlo cada día.


Por ahora, esto es todo mi gente. Aquí me despedido hasta nuevo post. Espero que os guste leer “puroDelhirio”, para mi es un disfrute poder contarlo.






Love.